Por Liam Stack y Bilal Shbair / The New York Times
JERUSALÉN — Los seis hijos de Mariam Abu Amra entran en pánico cuando cae el Sol.
Tienen miedo a la oscuridad y, desde que comenzó la guerra en Gaza, su casa está como boca de lobo a la hora de dormir. El vecindario exterior también está oscuro, iluminado solo por las pantallas de los teléfonos celulares.
Hace más de un año que no hay electricidad en la Franja de Gaza, y los habitantes han tenido que arreglárselas con alternativas que están muy por debajo de sus necesidades básicas. El apagón es la base de casi todas las privaciones impuestas por la guerra y ha convertido las necesidades básicas —desde equipo médico en funcionamiento hasta luces nocturnas en las recámaras— en lujos.
“Cada noche es una lucha para nosotros”, dijo Abu Amra, de 36 años, que vive en Deir al Balah, en el centro de Gaza. Ahora cocina sobre una fogata y lava la ropa a mano antes del atardecer.
Cortar el acceso de Gaza a la electricidad israelí fue una de las primeras cosas que hicieron las autoridades israelíes después del ataque dirigido por Hamas el 7 de octubre del 2023 contra Israel. Algunos palestinos han podido recurrir a generadores o energía solar, pero Israel ha restringido severamente la capacidad de introducir al territorio nuevos paneles solares, o el combustible para hacer funcionar los generadores, argumentando que Hamas ha acopiado combustible destinado a los civiles para utilizarlo en ataques con cohetes.
Los grupos humanitarios han criticado la decisión de cortar el suministro eléctrico a Gaza. En respuesta, Israel Katz, que sirvió como Ministro de Energía al comienzo de la guerra y fue nombrado Ministro de Defensa el 5 de noviembre, culpó implícitamente a Hamas y otros grupos armados en Gaza por mantener a los rehenes secuestrados durante su ataque.
“¿Ayuda humanitaria a Gaza?”, dijo Katz después de los ataques del otoño pasado. “No se accionará ningún interruptor eléctrico, no se abrirá ningún grifo de agua y no entrará ningún camión de combustible hasta que los israelíes secuestrados regresen a casa”.
El Coordinador de Actividades Gubernamentales en los Territorios, la rama del Ministerio de Defensa de Israel que maneja los asuntos en Cisjordania y Gaza, dijo que facilita “activamente la entrada y el transporte de combustible a instalaciones humanitarias, incluyendo hospitales, panaderías y otras infraestructuras esenciales”. Dijo que el Ejército había permitido la entrada a Gaza de 30 millones de litros de combustible desde que comenzó la guerra, así como 50 paneles solares en los últimos meses.
Los grupos de ayuda dicen que se necesita mucho más.
El apagón ha llevado a los hospitales a implorar repetidamente combustible para hacer funcionar sus generadores, mientras que la corriente eléctrica fluye libremente en poblados israelíes a pocos kilómetros de distancia. Alaa al-Din Abu Odeh, director de ingeniería y mantenimiento del Ministerio de Salud de Gaza, dijo que los hospitales del territorio “funcionan gracias a la bondad y la misericordia de Dios”.
Los habitantes de Gaza se las arreglaban con un sistema improvisado en el que la mitad de su electricidad se generaba en Israel y la otra mitad en Gaza. La energía de Gaza provenía de una combinación de fuentes, incluyendo una planta de energía alimentada con diésel de Israel y Egipto, generadores privados también alimentados con diésel y paneles solares en los techos de casas y negocios.
Los paneles solares que han sobrevivido durante el último año son demasiado pequeños para alimentar algo mucho más grande que un teléfono celular, pero aun así han sido un salvavidas. Muchos propietarios de paneles se han convertido en vendedores de electricidad en tiempos de guerra.
Mohammed Samra, de 23 años, compró paneles solares en diciembre pasado y los ha convertido en un negocio familiar en Al Maghazi, en el centro de Gaza. Cobra un shekel, o unos 25 centavos, por cargar un teléfono celular.
Para Rasha Majed al-Attar, de 20 años, el Sol en Gaza ha sido “una bendición” en medio del caos en Deir al-Balah, a donde su familia huyó de la ciudad de Gaza.
Varias veces a la semana, camina hasta una estación de carga cercana y carga 10 teléfonos con un panel solar. Dijo que su familia los usa principalmente como luces nocturnas para sus hijos que lloran en la oscuridad.
Su familia ahora lava la ropa a mano y cocina a fuego abierto. A veces queman sus comidas.
“No puedo imaginar que estemos viviendo en el siglo 21, cuando batallamos tanto por conseguir las cosas más fáciles”, dijo Al-Attar.
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