Por Anton Troianovski / The New York Times
Lo que el Kremlin quiere de los rusos ahora se reduce a dos cosas.
Los hombres deben alistarse en el Ejército.
Las mujeres deben tener más hijos.
En los últimos meses, el Gobierno ruso ha duplicado los bonos de inscripción para soldados contratados y ha llenado las ondas de radio, las redes sociales y las calles de las ciudades con anuncios de reclutamiento. Y una nueva ley permite a los sospechosos de delitos evitar juicio si se alistan.
Al mismo tiempo, el Presidente Vladimir V. Putin ha decretado que elevar los nacimientos es una prioridad nacional, un esfuerzo que entró en una nueva fase represiva el mes pasado con un proyecto de ley que prohibiría promover un estilo de vida sin niños.
En la Rusia en tiempos de guerra, las dos campañas son parte del intento del Kremlin de reclutar a los rusos comunes y corrientes para remodelar su país y prevalecer sobre Occidente.
A corto plazo, el Ejército necesita más soldados. Está sufriendo mil bajas por día, de acuerdo con estimaciones occidentales, en una guerra de desgaste en Ucrania. Y a largo plazo, en opinión de Putin, Rusia necesita más gente —para apuntalar una economía cada vez más aislada de Occidente, para reducir la dependencia del País en la inmigración y para proporcionar la reserva de reclutamiento para futuras guerras.
“El cuerpo se está convirtiendo en un bien público” en Rusia, dijo Andrey Makarychev, profesor en la Universidad de Tartu, en Estonia. “El cuerpo de una mujer es productor de hijos, y el cuerpo de un hombre es la capacidad para apretar el gatillo”.
El mes pasado, Putin ordenó que el Ejército de Rusia creciera por 180 mil efectivos a 1.5 millones, lo que lo convertiría en el segundo más grande del mundo después del de China. Los analistas dicen que eso no es realista, en parte debido a la disminución de la población. Dara Massicot, del Carnegie Endowment for International Peace, sostiene que el reto también será contar con una fuerza laboral lo suficientemente grande como para producir suficientes armas y equipo.
El mes pasado, Putin elogió a “nuestros hombres” por, afirmó, alistarse en el Ejército en cantidades “exponencialmente” crecientes. Pero en materia de tasas de natalidad, vio espacio de mejora.
“Es necesario cuidar a la población, aumentar la tasa de fertilidad, poner de moda tener muchos hijos, como solía ser en Rusia en el pasado —7, 9, 10 integrantes en las familias”, dijo.
En gran parte, la población en contracción de Rusia es un legado del colapso de la tasa de natalidad en medio del caos y la pobreza que acompañaron la caída de la Unión Soviética; una generación después, hay muchas menos mujeres en edad fértil.
En mayo, Putin declaró que un objetivo clave sería elevar la tasa total de fertilidad de Rusia —una medida del número de hijos que se espera que tenga una mujer promedio en su vida— estableciendo objetivos de 1.6 en el 2030 y 1.8 en el 2036. La tasa fue de 1.41 en Rusia el año pasado.
En general, incluyendo la Crimea ocupada, la población ha disminuido en 1.8 millones desde el 2020 a 146.1 millones.
El Kremlin emplea premios económicos: las mujeres que tienen su primer hijo reciben un pago de 6 mil 700 dólares. El mes pasado, el Gobierno anunció más de 60 mil millones de dólares en gasto planeado para los próximos tres años en apoyo a las mujeres embarazadas y a las familias con niños.
Muchos países están luchando con la caída de las tasas de natalidad. Pero los funcionarios rusos lo combinan con su conflicto con Occidente y su retrato de Rusia como un bastión conservador.
En entrevistas y mensajes de texto, mujeres de todo el País se mostraron escépticas de la aceptación del Estado de las familias numerosas.
Los funcionarios de Moscú están “en su propio universo”, dijo Arina, de 33 años, que acaba de tener su segundo hijo. Proporcionando sólo su primer nombre por temor a represalias, añadió: “Nosotros —las familias tradicionales normales— simplemente vivimos en una realidad diferente”.
Milana Mazaeva, Oleg Matsnev e Ivan Nechepurenko contribuyeron con reportes a este artículo.
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