Por Nicholas Kristof/The New York Times
La actriz Blake Lively trabajó conmigo en un documental del 2015 que exploraba el tráfico sexual en Estados Unidos. Quedó conmocionada por lo que descubrimos, profundamente conmovida con las sobrevivientes y dispuesta a mirar de frente una fea realidad que muchos evitan.
En aquel entonces, los villanos eran fáciles de detectar: salvajes que violaban, vendían y esclavizaban a niñas menores de edad. Pero, a menudo, es más complicado. Los depredadores pueden tener trabajos glamorosos, presentarse como feministas y ser celebrados por sus roles de empoderamiento de las mujeres.
Esa es la situación que Lively describe en una explosiva denuncia legal que presentó el mes pasado contra Wayfarer Studios, el creador de su reciente película “It Ends With Us”.
Afirma que después de que ella protestara por el acoso sexual por parte de Justin Baldoni, su coprotagonista y director de la película, el estudio tomó represalias con una campaña de desprestigio en su contra. Lively también nombra a Baldoni y a varios expertos en relaciones públicas en la demanda.
Abundan las ironías. La película trata en parte de cómo los hombres se salen con la suya al maltratar a las mujeres. Como señaló The New York Times en su artículo sobre la demanda, Baldoni fue homenajeado el mes pasado en un evento dedicado a varones que “elevan a las mujeres” y “promueven la igualdad de género”. Y, presuntamente se ha descrito a sí mismo como un feminista y ha dicho cosas como: “Guardemos silencio y escuchemos por fin a las mujeres en nuestras vidas”.
Por lo tanto, con la advertencia de que la denuncia presenta sólo un lado, escuchemos.
Lively alega que Baldoni agregó contenido sexual y escenas de desnudos innecesarios a la cinta y trató a las mujeres de manera irrespetuosa. Durante una escena de parto, el estudio permitió que “ingresara personal no esencial mientras Lively estaba casi desnuda con las piernas abiertas en estribos y con sólo un pequeño trozo de tela cubriendo sus genitales”, señala el documento.
Entre las personas no esenciales ahí presentes figuraba un copresidente de Wayfarer, apuntó.
“Lively se alarmó aún más cuando Baldoni presentó a su ‘mejor amigo’ para interpretar el papel de ginecólogo”, indica la denuncia. Añade que “la selección del amigo de Baldoni para este papel íntimo, en el que la cara y las manos del actor estaban muy cerca de sus genitales casi desnudos para una escena de parto, fue invasiva y humillante”.
La denuncia de Lively dice que ejecutivos entraron a su camerino rodante sin invitación cuando estaba desvestida, la miraron con lujuria cuando estaba semidesnuda, le hicieron preguntas íntimas y comentaron de forma inapropiada sobre varias mujeres involucradas en el largometraje.
Mensajes de texto y correos electrónicos obtenidos por los abogados de Lively a través de un citatorio sugieren que Wayfarer organizó una campaña en redes sociales para desacreditarla con antelación, por miedo a que hablara sobre sus acusaciones.
“Podemos enterrar a cualquiera”, se jactó un experto en gestión de crisis contratado por el estudio, en un intercambio de mensajes sobre ella.
Wayfarer y Baldoni niegan las acusaciones. “Es vergonzoso que Lively y sus representantes hayan hecho acusaciones tan graves y categóricamente falsas”, declaró un abogado a The New York Times. Después de que ella planteó sus preocupaciones iniciales, Wayfarer aceptó proporcionar un coordinador de intimidad y añadió otras salvaguardas.
Lo que está claro es que Lively enfrentó una oleada de negatividad en línea el verano pasado, con The Daily Mail preguntando si estaba a punto de ser cancelada y sugiriendo que su estrella podría quedar empañada para siempre. Cayeron las ventas de sus productos para el cuidado del cabello.
Incluso en una época en la que las mentiras descabelladas y los deepfakes se propagan por las redes sociales, da un poco de miedo pensar que unos cuantos profesionales de las relaciones públicas lograran debilitar con tanto éxito, rapidez y facilidad a una de las celebridades más conocidas de EU.
Si la “manipulación social”, como se referían los mensajes internos a la aparente campaña, puede dañar a una persona famosa como Lively, ¿quién está a salvo?
Sospecho que lo último que Lively quiere es que hablemos de personas que la miran con lascivia mientras está desnuda. Esta demanda prolonga la humillación. Pero la única manera de acabar con la impunidad es alzando la voz.
En un contexto muy diferente, en Francia, Gisèle Pelicot alzó la voz luego de que su marido hiciera arreglos para que docenas de hombres la violaran mientras estaba drogada. “La vergüenza debe cambiar de bando”, dijo, y por supuesto, tenía razón: la vergüenza recae sobre los violadores, no sobre sus víctimas.
Y aunque lo que Lively enfrentó no es lo mismo, también es cierto que en un set de cine o en cualquier otro lugar, el estigma y la humillación deben recaer sobre los abusadores, no sobre las víctimas.
La campaña en línea contra Lively dejó entrever que era una diva y que era difícil trabajar con ella. Todo lo que sé es que durante la colaboración con Lively en el documental “A Path Appears”, de Show of Force, me pareció auténtica, encantadora y comprometida. Quería usar su fama para ayudar a otras personas que necesitaban más atención.
Se sintió particularmente conmovida por el valor de las mujeres que compartieron relatos desgarradores de haber sido víctimas de trata. “Siento tanta admiración y respeto por estas mujeres, por abrirse y contar sus historias”, dijo Lively en ese entonces. “Porque me hace pensar: si eso me sucediera a mí, ¿acaso tendría el valor?”.
Nicholas Kristof es columnista para The New York Times Opinion desde el 2001 y tiene dos Premios Pulitzer. Su nuevo libro es “Chasing Hope: A Reporter’s Life”.
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