Por Asher Elbein / The New York Times
La pitón bola, una pequeña serpiente africana, es el segundo reptil mascota más popular del mundo. Casi siempre se les mantiene solas.
“La gente no cree que ciertas serpientes sean sociales”, dijo Morgan Skinner, un ecólogo cuantitativo que estudió en la Universidad Wilfrid Laurier en Ontario.
Pero en un estudio publicado recientemente en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology, Skinner y sus colegas muestran que las pitones bola son mucho más tiernas entre sí de lo que nadie había imaginado.
En el 2020, Skinner y su colega Tamara Kumpan colocaron un grupo de seis pitones bola de ambos sexos durante 10 días en un recinto grande —uno con suficientes refugios de plástico para cada serpiente— y dejaron una cámara encendida.
Para sorpresa de Skinner, las seis serpientes rápidamente se arremolinaron en el mismo refugio y pasaron más del 60 por ciento de su tiempo juntas. Suponiendo que a las serpientes simplemente les había gustado algo de ese refugio específico, el equipo lo eliminó. Pero después de cierta confusión inicial, las serpientes finalmente eligieron otra madriguera donde podían acurrucarse juntas.
Al repetir el equipo, el experimento en el curso de los siguientes años —con cinco grupos diferentes de pitones jóvenes— el patrón se mantuvo. Dos veces al día, Skinner revolvía las serpientes. Las colocó al centro del recinto. Colocó pitones individuales bajo diferentes refugios para obligarlas a buscarse unas a otras.
Una y otra vez, las serpientes optaron por reunirse.
Cuando las serpientes salían a explorar el recinto, a menudo no lo hacían solas, sino acompañadas. Y aunque los machos tendían a deambular más que las hembras, siempre regresaban a su base.
“Eso me dejó impresionado”, dijo Skinner.
Las pitones bola no parecían formar camarillas; no les importaba mucho con quién estaban en la madriguera. “Solo querían estar juntos todo el tiempo, en un mismo refugio”, dijo Skinner.
El equipo de investigación reconoce que es posible que el comportamiento fuera un artefacto del cautiverio. Pero Noam Miller, uno de los autores del artículo y catedrático en la Universidad Wilfrid Laurier, dijo que debido a que las pitones bola en la naturaleza consumen comidas relativamente grandes y a menudo pasan periodos prolongados sin comer, es posible que no compitan mucho entre sí. Es posible que simplemente abandonen sus guaridas comunales cuando tienen hambre y regresan cuando están satisfechas.
Por lo tanto, las pitones bola en cautiverio podrían haberse estado perdiendo importante tiempo social. “Les gusta hacerlo”, dijo Skinner.
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