Ahora aparece el término “bulling”, que parece ser es lo mismo. Lo que hay que hacer es saber las actuaciones de nuestros hijos ante los modernos medios de comunicación actuales.
Lo que no cabe duda es que estamos llegando a unos extremos, tan desorbitados, (como en todo) que vamos a convertir los colegios en comisarías policiales.
Bromas siempre han habido. De toda la vida, “novatos” hemos pagado por serlo. Esperábamos a ser “veteranos” para hacer lo mismo que habíamos padecido. ¿Crueldades?, pues, sí, siempre había casos en los que se sobrepasaban los límites que la cordura debía poner.
Con mala intención pudieron existir, y además coreados por los “pelotas” de turno que no se atrevían a ser protagonistas activos. Pero ahora se prohíbe hasta guiñar un ojo con complicidad.
Se prohíbe al profesor levantar la voz, y, ¡ojo con coger a un niño del brazo! ¿La culpa?, todos y posiblemente los padres y el síndrome del “hijo único”.
El que todo lo padece, el que sobresalta a los padres con cualquier cosa que le pasa. Ya de por sí era un diagnóstico.
No todo ocurre por casualidad y hay que desentrañar cómo comienzan los acosos. Muchas veces exhibiéndose en imágenes que avergonzarían a los padres más “liberales”. La educación, la educación en el hogar, las normas de convivencia. El saber decir NO, y no perderse en concesiones que acarrean lo irreparable, muchas veces.
Y tiene una respuesta. Vamos a cambiar nosotros y a través de nosotros, a ellos.