Imagina una fábrica que puede producir 100 lápices al día. Los materiales deben pasar por el proceso de ensamblaje A, luego el B y luego el C. Supongamos que el paso A puede producir 100 lápices al día, igual que el paso B, pero el paso C solo puede producir 90. El proceso C se vuelve un cuello de botella, y hasta que se añada mayor capacidad a esta maquinaria o se introduzcan más personas al equipo, la fábrica eventualmente solo podrá producir 90 lápices por día.
Este escenario también puede ocurrir en una compañía que no pertenezca a la industria de la manufactura. Por ejemplo, cuando detecto un cuello de botella en mi compañía, Celaque, primero trato de entenderlo. Descarto posibles razones para el retraso, como un proceso innecesariamente complejo o la necesidad de mover un puesto que funcionaría mejor en otra parte de la compañía. Si este no es el caso, entonces me enfoco en la carga de trabajo.
He descubierto que, en una compañía en crecimiento, los cuellos de botella son frecuentes. Puede ser que el equipo esté funcionando a un nivel que hace un año habría sido la capacidad máxima, pero que ahora no es suficiente. Si la cantidad de trabajo es tanta que justifica contratar a una persona, lo hacemos. También puede ser que haya cuellos de botella en todas las partes en una compañía en crecimiento, y entonces será momento de incrementar todas sus capacidades.
En otras ocasiones, la carga de trabajo tal vez no justifique una contratación. Si este es el caso, intentamos averiguar si un departamento distinto puede encargarse de las responsabilidades o si podemos encontrar una forma creativa de solucionar el problema. En algunos casos, priorizamos el trabajo más esencial y aplazamos los proyectos que no son urgentes.
Finalmente, a veces puede ser que no tengas el presupuesto o los recursos para poder librarte de un cuello de botella, y simplemente tendrás que esperar hasta estar lista.