La Biblia es el libro más leído en el mundo. Es parte de la cultura universal. Su influencia es inestimable. Se dice que el desarrollo de los países del norte se debe a los valores que inspira la Biblia, la honradez, el amor al trabajo, la lealtad, el respeto a la vida de las mujeres, de los niños y de los ancianos, la moderación en las bebidas y la comida, en fin, el estímulo hacia todo lo justo, todo lo bueno, todo lo que se admira en los seres humanos.
El honorable Congreso Nacional está considerando un decreto para que se lea la Biblia en todas las escuelas públicas y privadas. Pero cuando se piensa en la aplicación de este decreto surgen las dudas.
¿Quién escogerá las partes de la Biblia que se van a leer? ¿No se corre el riesgo de que sea usada esta lectura como un adoctrinamiento de los niños hacia las creencias de los maestros?
Es interesante que los sacerdotes de la Iglesia Católica están en contra de la aprobación del decreto y a favor de que las escuela públicas sean laicas.
Esto es un cambio de 180 grados del tiempo de Morazán, quien luchó por la separación de la Iglesia y del Estado en Centroamérica, y lo mismo hicieron Dionisio de Herrera, Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa, nuestros héroes nacionales.
Los maestros en las escuelas públicas, generalmente vienen de las clases más pobres de la sociedad, en donde proliferan las Iglesias Evangélicas Pentecostales, de allí el temor de la Iglesia Católica (...).
De aprobarse el decreto, este debe ser reglamentado para asegurarse de que se lean los pasajes que enseñan el respeto a la vida, el respeto hacia los demás, sin importar sus creencias particulares, el rechazo a la corrupción y al robo, la búsqueda de la justicia y la equidad en el trato de los seres humanos.
Manuel Figueroa Sarmiento
Ciudadano