Cartas al editor

Secuestros, tortura y más

os secuestros y las ejecuciones sumarias son formas extremas de violencia que tienen un impacto devastador en la sociedad hondureña. Estos actos no solo afectan a las víctimas directas y sus familias, sino que también socavan la confianza en las instituciones estatales y en el Estado de derecho en general.

En Honduras, los grupos armados suelen estar involucrados en actividades ilegales como el narcotráfico, la extorsión y el control territorial. Estas organizaciones utilizan la violencia como un medio para imponer su autoridad y eliminar a aquellos que consideran una amenaza o una competencia. La impunidad es otro problema grave en estos casos, ya que muchos de estos crímenes quedan sin resolver y los responsables rara vez son llevados ante la justicia.

La falta de investigación adecuada y de protección a testigos y víctimas contribuye a perpetuar este ciclo de violencia. Para abordar estos desafíos, es fundamental fortalecer las capacidades de las fuerzas de seguridad y del sistema judicial hondureño, mejorar la coordinación entre diferentes agencias gubernamentales y fortalecer el Estado de derecho.

También es crucial invertir en programas de prevención de la violencia, promover el desarrollo social y económico en las comunidades más afectadas y garantizar el acceso efectivo a la justicia y a los derechos humanos.

Muchos hondureños viven con el temor constante de ser secuestrados si critican la conducta de los grupos armados en el poder o no cumplen las estrictas normas que algunos de estos grupos han impuesto en estas colonias que hasta la Policía pide permiso para entrar y hacer su trabajo.

¡BASTA YA DE TANTA BARBARIE! En los últimos días, al menos 25 personas -incluidos niños y niñas, jóvenes mujeres- han perdido la vida, pareciera que estamos en guerra, aquí hay mucha gente que intenta sobrevivir. Las masacres contra jóvenes que huyen del horror de las matanzas y las extorsiones son intolerables. No podemos permanecer impasibles.