Estamos pasando por tiempos difíciles; nunca antes la humanidad se había visto atacada por tantos males, sin embargo, el ser humano lo ha superado todo, y estoy seguro de que también vamos a superar esta horrible época que llena de angustia, desesperación y miedo al mundo. Michelet Cherenfant, mi padre, me decía que “las dificultades se superan mejor si los seres humanos nos unimos como hermanos, con la guía de Dios”.
Por tanto, hago un llamado al corazón de todos para que hagamos de la solidaridad, la fuerza que nos ayude a dar lo mejor de nosotros por el hermano que sufre, y ya que nuestro Señor Jesucristo nos mandó que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, ayudemos al más necesitado, démosle de comer al hambriento, visitemos al enfermo y volvámonos a Dios para que él tenga compasión de nosotros, perdone nuestros pecados, sane nuestra tierra y nos ayude a salir adelante.
Nada de esto es imposible. Pero demos nosotros el primer paso. Hagamos por nuestro hermano que sufre lo que quisiéramos que hicieran por nosotros en momentos de angustia. “Hijo, me decía mi padre, la maldad se ha multiplicado por el mundo, pero no domina al mundo”.
Hoy, en estos dolorosos tiempos de pandemia, tenemos la oportunidad de sacar lo mejor de nosotros, y podemos vencer al mal con el bien, con la ayuda de Dios. “No es difícil ser bueno, me repetía Michelet Cherenfant, de la misma forma en que no es difícil recibir el bien que se nos hace”.
Por todo esto, llamo a mis compatriotas hondureños para que seamos solidarios con el que sufre, con el que tiene hambre, con el abandonado. Dios, el bendito y misericordioso, nos lo tomará en cuenta en el último día, cuando nos diga: “Porque tuve hambre y me disteis de comer…”.
Por tanto, hago un llamado al corazón de todos para que hagamos de la solidaridad, la fuerza que nos ayude a dar lo mejor de nosotros por el hermano que sufre, y ya que nuestro Señor Jesucristo nos mandó que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, ayudemos al más necesitado, démosle de comer al hambriento, visitemos al enfermo y volvámonos a Dios para que él tenga compasión de nosotros, perdone nuestros pecados, sane nuestra tierra y nos ayude a salir adelante.
Nada de esto es imposible. Pero demos nosotros el primer paso. Hagamos por nuestro hermano que sufre lo que quisiéramos que hicieran por nosotros en momentos de angustia. “Hijo, me decía mi padre, la maldad se ha multiplicado por el mundo, pero no domina al mundo”.
Hoy, en estos dolorosos tiempos de pandemia, tenemos la oportunidad de sacar lo mejor de nosotros, y podemos vencer al mal con el bien, con la ayuda de Dios. “No es difícil ser bueno, me repetía Michelet Cherenfant, de la misma forma en que no es difícil recibir el bien que se nos hace”.
Por todo esto, llamo a mis compatriotas hondureños para que seamos solidarios con el que sufre, con el que tiene hambre, con el abandonado. Dios, el bendito y misericordioso, nos lo tomará en cuenta en el último día, cuando nos diga: “Porque tuve hambre y me disteis de comer…”.