Sábado 21 de octubre de 1989, trágico accidente aéreo en el cerro de Hula, a unos pocos kilómetros del aeropuerto Toncontín en Tegucigalpa. Más de 130 pasajeros y tripulantes perdieron la vida, la mayoría nicaragüenses y hondureños. Triste día para todos.
El vuelo de aquella empresa aérea (ya desaparecida y propiedad de un exjefe de Estado de Honduras) había partido de San José, Costa Rica, hizo escala y abordó más pasajeros en Managua, Nicaragua.
Unos minutos antes de las 8:00 de la mañana y todavía a unos 20 kilómetros del lugar de aterrizaje, se estrelló en una montaña a 1,500 metros de altura en la aldea Las Mesitas.
Piloto, copiloto y 13 pasajeros lograron sobrevivir. La empresa aérea había sido la primera que había logrado adquirir aviones de la compañía estadounidense Boeing (actualmente sumida en una huelga que lleva más de un mes). Tan Sahsa fue fundada precisamente en octubre de 1945. Esa tragedia todavía se considera como la más grave en la aviación centroamericana.
Hacemos memoria y recordamos a grandes amigos y personalidades entre las víctimas de la tragedia. Varios profesionales hondureños retornaban de jornadas técnicas realizadas tanto en Costa Rica como en Nicaragua. Fallecieron varios economistas, el ministro de Trabajo y profesionales de otras disciplinas.
Entre los economistas fallecidos se encontraba José de la Cruz Cáceres, en ese momento funcionario del BCIE y presidente del Colegio Hondureño de Economistas (CHE), faltándole un año para concluir su gestión. Además, perecieron otros destacados colegas como Rodolfo Aplícano; Roger Zavala; Diana Pozo; Omar Zavala; Irma Roberta Díaz; Roberto Núñez; Ana María de Mercado; Vilma Laínez. José de la Cruz había sucedido en la presidencia del CHE a Cecilio Zelaya Lozano, quien también fue rector de la UNAH a principios de los años setenta. Ambos impulsaron un destacado trabajo gremial en procura de cumplir con la obligación ciudadana de estudiar y proponer soluciones en el afán de avanzar en el nivel de desarrollo nacional.
La tragedia del 21 de octubre de 1989 coincidió con una coyuntura electoral en Honduras que, a su vez, fue el preámbulo de tiempos difíciles experimentados en América Central durante la década de los años 90. También, fueron años complejos en el planeta con reconformaciones del poder mundial.
Se derrumbaba la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y su extendido bloque, algunos exageraban afirmando que era “el fin de la historia”. Nada de eso. La historia se reactivaba, con el afianzamiento del conservadurismo en la conducción de muchos gobiernos centrales.
Simultáneamente, continuaba la efervescencia política en distintas tonalidades en los países periféricos, especialmente en América Latina y otras regiones. Entrábamos a la última década del siglo veinte y se perfilaban los cambios y los rezagos reciclados hacia el presente siglo.
Honduras no ha cambiado en lo sustancial comparado con ese entonces. Seguimos igual en pobreza, problemas de empleo, desigualdad, democracia formal ineficaz y carencia de un auténtico plan nacional de desarrollo. Cada año va aumentando el presupuesto, pero, disminuyen las esperanzas y la confianza en avances reales en el buen crecimiento económico y mejoría real en el bienestar.
Decir que seguimos “igual” significa todavía haber guardado reservas de optimismo, aunque sea por inercia. En algunos aspectos pareciera hemos retrocedido todavía más.
En la época de aquella tragedia aérea, no teníamos tanta inseguridad, ni migración, ni alta temperatura como ahora. Había corrupción, despilfarro, decadencia y mentiras, pero no en la escala “industrial” y descarada de ahora.