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Marco Aurelio Soto, ¿presidente corrupto?

La Reforma Liberal impulsada en Honduras desde Guatemala por Justo Rufino Barrios, en 1876, puso a la cabeza como jefe del Estado hondureño a Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa (su primo) y con ello se registró en el país un acontecimiento histórico inédito e irrepetible en cuanto a la voluntad política de intentar reinventar el país con transformaciones estructurales que fue, y sigue siéndolo, de gran valía y admiración universal.

Con Soto Honduras adquiere un rostro renovado como fresco. Se fomenta la agricultura, se construyen carreteras y caminos, puertos, apertura a inversión de capitales extranjeros, se afianzan relaciones con América y Europa, se logra la separación de la iglesia y el Estado e impulsa la educación laica, gratuita y obligatoria. También se organiza y profesionaliza el ejército nacional lo mismo que se realizan reformas al código civil, de comercio, penal, militar y de aduanas. En resumen el gobierno de Soto viene siendo un fenómeno centroamericano, más allá de las debilidades propias del liberalismo y del propio Soto que no escapa ante el cadalso de la historia como el gobernante quizá maldito, que apertura un estilo de gobernar en donde se asalta al Estado desde el gobierno mismo para argamasar los cimientos sistémicos de un modelo descarado y hasta sofisticado, de la corrupción y la impunidad publica, hasta el sol de hoy.

Cuando llegó al poder, Don Marco Aurelio no era cualquier perico de los palotes. Era ya un empresario minero que le iba muy bien y que le fue mejor, cuando “confundiendo los intereses de la nación con los suyos, aprovecha su mineral, consiguiendo inversiones extranjeras a una empresa de la cual “¡era socio”! y a la cual otorgó concesiones venales, según relata María de los Á. Chavarría en un libro que produjo FOPRIDEH hace varios años.

Pero las travesuras de Soto llegaron a más, como cuando vendió su propia casa al gobierno que el mismo presidia por 50,000 pesos o como cuando recibió 10,000 libras esterlinas para gastos de representación en Estados Unidos y Europa, asunto que no dio cuenta de los gastos a nadie y que lo obligó incluso a presentar su renuncia como presidente de la Republica en1883 (ver Corrupción e impunidad, de FOPRIDEH).

Rafael Leiva V. ha escrito con acuciosidad sobre “el Presidente que debió ser encarcelado alguna vez, por actos de corrupción y Emilio Fonseca, recientemente compartió con nosotros la historia de una carta que Soto envió a Justo Rufino Barrios desde su mansión en París, donde muere, en que le dice orondamente que lamenta estar lejos de su tierra y le exterioriza como burgués encantado, que todo su “corazón lo dejó en Honduras”, a lo que Barrios le contestó agriamente: “Es una suerte que hayàs dejado tu corazón porque lo demás te lo llevaste”.

Otros personajes como Fernando Sevilla consideran que Marco Aurelio Soto fue el presidente granuja más corrupto que ha tenido Honduras, (¿?) y nos clava que “la única forma de hacerlo pagar con las rejas era construyendo una penitenciaría que llevara su nombre”. Así nunca saldría de la cárcel.

*Periodista y comunicador popular