Se hablaba de violencia de género y solo se pensaba en la agresión física. De hecho, siempre que dejara marcas irrefutables al señalamiento. Se avanzó y se reconoció además la agresión mental y emocional. No tan comprobables, si suficientes para que en ocasiones la agraviada, asumiera el control de su destino. Y la violencia financiera, por supuesto, siendo la más efectiva para mantener el control sobre la presa.
La violencia física y sexual nos alarma con tan elevados índices de feminicidios y ataques sexuales. Mujeres que lo mismo son agredidas en sus hogares como en espacios públicos, carentes de la protección mínima que debe ofrecer el Estado.
La violencia emocional, como la manipulación y el acoso, pueden minar la moral. El hecho de que ha sido una constante el que la mujer no haya sido la dueña de los medios de producción, ha favorecido su sometimiento, volviéndola más vulnerable, dependiente para el desarrollo de sus hijos y el propio. Si es que se le reconoce en el seno del hogar su derecho a ello. No, no es asunto de que deban confrontarse los intereses de género, es solo que no son asunto de subordinación de unos a otros, sino de complementariedad en la mejora de vida, para sí mismo y para la familia. Todo ello acicateado por la impunidad, que evita el castigo a las malas prácticas, errores o delitos. No hay castigo, no hay disuasión de cometerlos. Y ahora, en ese adelanto lamentable, incluimos en la variedad de violencia de género, la violencia política. Como para ponerse a tono y no dejar espacio de seguridad y reconocimiento para la mujer.
Hay quien cree que como en política todo se vale, aunque sea falso, la descalificación en contra de la mujer es parte de la propaganda y debe ser aceptada como tal. Que en política no hay caballeros, que nadie cede su asiento a una dama, es cierto. Pero la violencia es otro asunto, hay conciencia de que debe impedirse. Exigimos la aprobación de la Ley en contra de la Violencia de género, eso si sería adelanto