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Alimentos contaminados, epidemia silenciosa

En el año 2022, el 7 de junio, Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, la Organización de Naciones Unidas (ONU) hizo del conocimiento público que el consumo de alimentos contaminados afecta a 800 millones de personas, o sea, el 10% de la población mundial, de alguna de las 200 enfermedades causadas por ingerir alimentos contaminados, el costo de estas dolencias para los sistemas de salud pública es equivalente al de la malaria o el VIH.

Ciertamente el consumo de alimentos contaminados es una amenaza para la salud humana y las economías, provocando este año 420,000 muertes y una pérdida de productividad cercana a los 95,000 millones de dólares.

También la ONU en su documento explica que los microbios resistentes a los antimicrobianos se pueden transmitir mediante la cadena alimentaria y detalla que unas 700,000 personas mueren cada año en el mundo debido a infecciones resistentes a los antimicrobianos.

Además, subraya que las enfermedades parasitarias transmitidas por los alimentos pueden provocar problemas de salud agudos y crónicos, y refiere que los casos de las once principales enfermedades parasitarias llegan a 23.2 millones de personas cada año, y todas son de origen alimentario.

Ciertamente, la salud pública de cada nación tiene el desafío de reducir las muertes y hospitalizaciones a causa del consumo de alimentos contaminados.

Un alimento contaminado es aquel que contiene microorganismos como bacterias, hongos, parásitos, virus, priones, toxinas producidas por los microorganismos, metales pesados, plaguicidas y residuos de fármacos de uso veterinario, así como por contaminantes orgánicos y elementos radioactivos.

Estas toxiinfecciones alimentarias afectan a la población de alto riesgo: los niños, personas con el sistema inmune debilitado, embarazadas y personas mayores.

Es bueno saber que los alimentos crudos de origen animal son de alto riesgo, entre ellos, las carnes de toda especie animal, pescados, mariscos, huevos, leche cruda y quesos de leche cruda, pues son excelentes caldos de cultivos porque son ricos en proteína, grasa y azúcares, contienen gran cantidad de agua, un pH ligeramente alcalino (que favorece a los gérmenes) y todo esto con una manipulación indebida, falta de higiene, incorrectas temperaturas de conservación, potencializa los condicionantes que favorecen el crecimiento y multiplicación de los microorganismos patógenos.

Las autoridades competentes están obligadas a inspeccionar y verificar las buenas prácticas agrícolas y de manufactura en fincas de producción de alimentos, establecimientos de industrialización de carnes, lácteos, pescados, mariscos y de huevos, en transporte, restaurantes, comedores, mercados de abasto, supermercados, comercios relacionados y tomar muestras de agua, alimentos, de superficies, utensilios y manos para análisis de patógenos, residuos de metales pesados y otros elementos dañinos para reducir los riesgos de enfermedad y muerte de las personas.

Recomiendo, por medio de acciones educativas, sensibilizar y orientar a la sociedad para reducir los impactos del consumo de alimentos contaminados. Queda planteado