Sé que de una manera u otra he hablado de este tema, pero hoy vengo con data. Es imposible hablar sin desviarse del estándar o como yo lo llamo de “la promesa de la lengua”, de hecho, poco trabajo tendríamos los lingüistas si la lengua no variara en cada hablante, ciudad, país, región, situación, sexo o estrato social, porque una de nuestras principales actividades es registrar las diferentes formas de hablar una lengua.
Quiero volver a este tema porque existe de parte de quienes tienen un poco más de educación y un uso más estandarizado de la lengua una rara necesidad de corregir a aquellas personas que usan alguna variedad, incluso es posible que se llegue a la burla y a la discriminación, en Honduras tenemos unos ejemplos y unos casos que son paradigmáticos.
Ramón Hernández en el Atlas Lingüístico Pluridimensional de Honduras, publicado hace más de una década por la Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, registró algunos usos que por su desviación de la forma estandarizada son motivo de alta estigma dentro de la población: 36 de 84 hablantes consultados a nivel nacional afirmaron decir “la calor” en lugar de “el calor”, 7 de 84 afirmaron decir “pieses” en lugar de “pies”, 14 de 84 afirmaron decir “trajieron” en lugar de “trajeron”, 15 de 84 afirmaron decir “vía” en lugar de “veía”, para la segunda persona singular del pretérito perfecto simple del verbo “venir” 12 afirmaron decir “veniste”, 6 afirmaron decir “vinistes” en lugar de “viniste”, 45 informantes de 84 afirmaron decir “haiga” en lugar de “haya”, 22 de 84 afirmaron decir “hubieron” en lugar de “hubo”.
Como se puede observar en la estadística, estas formas que se manifiestan en diferentes partes de Honduras constituyen nuestra forma de hablar cotidiana y, seguramente, conocemos a más de una persona que utiliza estas variaciones, más algunas otras que no quise incluir para ceñirme nada más al trabajo de Ramón Hernández, que por cierto, debería ser lectura obligatoria, junto a otros textos, de cualquier docente que enseñe lengua, para comprender mejor la idiosincrasia del español hablado en Honduras.
En el trabajo de Hernández hay cientos de variaciones más, pero elegí las arriba descritas porque forman parte de unas cuantas correcciones que se aprenden los “guardianes de la lengua”, sin darse por enterados de sus propias variaciones lingüísticas. En ocasiones solo repiten lo que escuchan.
A la niñez y a la juventud, hablo de ellas porque están en edad formativa, se le debe hablar de estas formas como parte de la diversidad y la variedad del español, cuyo uso no se recomienda en los ámbitos académicos, pero que si una persona mayor o de alguna zona específica habla de esa manera no debe recibir ningún tipo de estigma o de burla. Con este tema, más que una corrección se necesita una conversación. Como dije en otra ocasión, una persona con alta formación académica es capaz de entender y aceptar la diversidad, convive con ella en paz. Nos educamos para ser mejores, no para ser superiores.
He conocido casos de personas procedentes del interior del país que no hablan en público porque se avergüenzan de su español, porque por supuesto que perciben la mirada juzgadora y la sonrisa burlona. La censura de la lengua es un acto de violencia simbólica, además de desleal e hipócrita.
El orgullo por nuestro país incluye estas formas, el país se abraza en su diversidad y en cada una de sus posibilidades, y es hora de comenzar a trabajar en ello.