Columnistas

El despertar de la conciencia

El redondel donde cabe toda la casta de la vergüenza política de este país se concentra en el Congreso Nacional, donde se calcula y manosea todas las intrigas para someternos a un clima de incertidumbre para la elección del fiscal general y fiscal general adjunto. La falta de acercamiento entre la junta directiva ilegal e incompetente de este poder del Estado y la bancada de las ambiciones (Libre), junto a las otras bancadas ha generado un estancamiento en un proceso viciado.

Con cuatro intentos fallidos para elegir a los títeres de sus utilidades, ha llevado abruptamente, sin debate y sin diálogo, a que el presidente ilegal suspenda la próxima convocatoria, mientras se acomodan las máscaras de una tiranía impuesta vía decretos y chantajes. Esta ralea de políticos forajidos hechos en las calles no entiende que el diálogo político es esencial para la resolución de conflictos, la toma de decisiones y la construcción de consensos.

Cuando los diferentes actores políticos están dispuestos a escuchar y a respetar las posturas de los demás, es más probable que encuentren soluciones que satisfagan las necesidades de un pueblo que los puso allí. Pero en este circo, aparte de los intereses para perseguir a la oposición, y para blindar la impunidad y eternizar la corrupción, es polarizar la sociedad políticamente, es una estrategia utilizada por políticos para ganar poder y mantener su posición elitista. Esta estrategia consiste en dividir a la sociedad en dos grupos opuestos, cada uno con sus propias ideas y creencias. Esto se hace todos los días a través de la propaganda, la desinformación y la violencia. Así, con esas estrategias agresivas y déspotas, crean la incultura democrática.

Se ha mal acostumbrado a los ciudadanos a no participar en la vida política y a expresarse libremente. Esto lleva a que los políticos tengan el poder total para no escuchar a nadie. Quizá, si no perdieran el tiempo en dinamitar con idioteces bufonas al poder político, y leyeran la Constitución de la República, los diputados del Congreso Nacional razonaran, construyeran espacios de dialéctica y claridad de ley para ejercer un poder moral y cívico, para elegir a los nuevos fiscales que requiere una mayoría calificada de 86 votos. Pero cuando estos actores no escuchan, no se respetan y no buscan consensos, generan un clima de confrontación, polarización y desconfianza dándole patadas y bofetadas a nuestra democracia.

Esto nos arrastra a la estabilidad institucional, la gobernabilidad y el desarrollo económico. Cuando los poderes del Estado se bloquean mutuamente, se debilita el Estado de derecho y se pierde la confianza de los inversionistas. Cuando los partidos políticos se radicalizan y se aíslan, se reduce el espacio para la representación plural y la alternancia en el poder. Por eso, es urgente que los actores políticos retomen el diálogo como una práctica cotidiana y una responsabilidad ética.

El razonamiento no significa renunciar a sus gastadas ideologías, sino reconocer al otro como un interlocutor legítimo y buscar puntos de encuentro. El diálogo tampoco significa imponer la propia agenda, sino escuchar las necesidades y expectativas de la ciudadanía. Urge fortalecer nuestra democracia y garantizar nuestro futuro como nación. Solo así podremos enfrentar los desafíos que tenemos por delante y construir un país más justo, con un Poder Legislativo donde se escuchen todas las voces.

Pero lo único que han reunido, con una mayoría espantosa es el rechazo de los ciudadanos, que ven cómo se desmorona la armonía política para someternos a otra crisis, donde cada mes estalla una, provocada por estos especímenes electos en las urnas, cuyo voto ya se ha borrado de la conciencia.