Una de las más influyentes corrientes o escuelas de pensamiento económico sigue siendo la escuela neoclásica, guste o no nos guste a varios colegas. De ella surgió John M. Keynes pero, se vio inclinado a formar su propia línea de pensamiento al no encontrar respuestas a las crisis económicas, particularmente las ligadas al problema del desempleo tan característico en las recesiones y depresiones económicas. La teoría neoclásica sostenía con vehemencia que el desempleo era voluntario en esencia, mientras Keynes afirmaba que el desempleo es básicamente involuntario y que por eso, se requiere de macropolíticas para combatirlo. En general, las políticas keynesianas para salir de la gran depresión de los años 30 del siglo XX consistieron en estímulos a la demanda para estimular el aumento de la producción y, por esa vía, recuperar y crear suficientes puestos de trabajo. Simultáneamente a estos estímulos a la demanda, producción y nivel de empleo, se establecieron medidas y acuerdos (como el “new deal”, nuevo trato) para que los precios se mantuvieran estables; en otras palabras, aumentar la demanda, la producción, el empleo pero, con baja inflación. Las políticas monetarias tampoco faltaron en esa receta de políticas económicas para reactivar la macroeconomía y rescatar una vez más al sistema capitalista. Como puede colegirse, estamos tratando la relación entre los niveles de empleo e inflación. Precisamente en eso consiste la denominada curva de Phillips. Este economista neozelandés identificó en 1958 usando datos históricos de casi un siglo, que la economía británica mostraba una relación inversa entre la tasa de inflación y la tasa de paro. Cuando el desempleo era alto, la inflación tendía a ser baja y cuando el desempleo era bajo, la inflación tendía a ser alta. Esta relación se representa en el plano cartesiano como una curva inclinada hacia abajo.
A partir de esa época, la curva de Phillips ha sido utilizada como herramienta orientadora de la política económica. Los encargados -debidamente formados y comprometidos en el campo- pueden usar una política expansiva desde lo monetario o lo fiscal para tratar de estimular el crecimiento económico real y así, disminuir el desempleo cuidando que la inflación no se dispare. Aunque, con la dinámica de la economía internacional, la curva de Phillips fue disminuyendo en su capacidad explicativa, siempre es de provecho para monitorear la relación desempleo/inflación, tanto para diagnosticar el problema como para medir los impactos de las medidas correctivas que los gobiernos aplican a través de herramientas de política económica dentro de un plan estratégico de crecimiento y desarrollo. En los tiempos actuales, se sabe que la curva de Phillips no se presenta como una relación fija o estática entre el empleo y los precios sino, algo dinámico que incorpora las otras variables macro y microeconómicas.
En el caso de Honduras, desafortunadamente en los últimos años, pareciera que los jerarcas del gabinete económico no acostumbran contar con la formación ni tampoco con la información que les permita visualizar estas herramientas y, sobre todo, con los esquemas de políticas efectivas para accionar sobre los problemas del mercado de trabajo. Los países que más provecho obtienen con estos modelos o metodologías de manejo de la economía siguen siendo precisamente los de mayor desarrollo. Le apuntan a objetivos precisos para solventar crisis y obtienen resultados efectivos. En países como los nuestros de capitalismo en subdesarrollo, seguimos sufriendo los embates simultáneos tanto de alta inflación y elevado desempleo abierto, subempleo y desempleo oculto.