“La violencia contra las mujeres es una mala hierba venenosa que aflige nuestra sociedad y que debe ser eliminada de raíz”. Así ha querido recordar el papa Francisco el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, conmemorado el 25 de noviembre. “Estas raíces -escribe el Pontífice- crecen en el terreno de los prejuicios y de la injusticia; deben ser contrastadas con una acción educativa que ponga en el centro a la persona con su dignidad”.
En ocasión de esta conmemoración, el Papa condenó la indiferencia ante los casos de feminicidios y agresiones. Además, señaló que, entre varios caminos necesarios para encarar este mal, urge educar “hombres capaces de relaciones sanas” y, junto a otras voces de liderazgo, han señalado el rol y las acciones que debe asumir la Iglesia ante esta problemática universal.
En una audiencia con un grupo de comunicadores católicos, el Pontífice les enfatizó que la “formación, protección y testimonio” son los “tres caminos” que deben seguir los trabajadores de la comunicación para “renovar su compromiso con la promoción de la dignidad de las personas, por la justicia y la verdad, por la legalidad y la corresponsabilidad educativa”, también como respuesta a las “terribles noticias de la violencia contra las mujeres”.
La invitación del Papa fue en aras de una “ecología de la comunicación” que mire más allá de las primicias y las noticias para recordar que “siempre hay sentimientos, historias, personas de carne y hueso que hay que respetar como si fueran los propios parientes”. “Y vemos en las terribles noticias de violencia contra las mujeres, cuán urgente es educar para respetar y cuidar: formar hombres capaces de relaciones sanas. Comunicar es formar al hombre. Comunicar es formar sociedad. No abandonen el camino de la educación: ¡los llevará lejos!”.
En otro de sus mensajes, el Santo Padre hizo también un llamado a “no permanecer indiferentes”, a “actuar inmediatamente, a todos los niveles, con determinación, urgencia y valentía” para dar voz a “nuestras hermanas sin voz”. “Nuestro grado de humanidad se revela en el modo en que tratamos a la mujer”, escribe el Papa, pensando en tantas mujeres “maltratadas, abusadas, esclavizadas, víctimas de la arrogancia de quienes creen que pueden disponer de su cuerpo y de su vida, forzadas a rendirse a la avaricia de los hombres”.“En demasiados lugares y en demasiadas situaciones -observa el Pontífice- las mujeres son relegadas a un segundo plano”, consideradas “inferiores”, como objetos. Cuando “una persona es reducida a una cosa, ya no se ve su dignidad”, “se la considera sólo una propiedad que puede ser utilizada enteramente, hasta el punto de incluso eliminarla”.
También advirtió el papel ambiguo desempeñado por los medios de comunicación que, por un lado, favorecen la promoción de las mujeres, pero, por otro, “transmiten mensajes basados en el hedonismo y el consumismo, cuyos modelos, masculinos y femeninos, obedecen a criterios de éxito, de autoafirmación, de competencia, del poder de atraer a otros y dominarlos”. Sin embargo -observa el Pontífice- “donde hay dominación, hay abuso”, mientras que “el Señor nos quiere libres y con plena dignidad”.
Según datos de UN Women, en América Latina y el Caribe de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se registra al menos el asesinato de una mujer por razones de género cada dos horas y al menos 4,050 mujeres fueron víctimas de feminicidio en 26 países y territorios de la región durante el 2022.Por mucho tiempo la violencia contra las mujeres ha quedado inmersa en el silencio y ello se debe a que ésta no es denunciada por la vergüenza, el temor y el miedo a la venganza. Las consecuencias de la violencia son catastróficas. Las sobrevivientes suelen padecer a lo largo de su vida trastornos emocionales, problemas de salud mental y mala salud reproductiva.
La violencia nunca es la solución a un problema y solo genera más dolor y sufrimiento. Su uso es una forma de control y poder y puede causar daños irreparables en las personas que la sufren. Debemos trabajar para construir un futuro mejor y lograr una sociedad más justa.
A manera de sugerencia, las universidades deberían liderar y asumir el compromiso de informar, concientizar y motivar a la reflexión a estudiantes y la sociedad en general sobre la importancia de erradicar la violencia de género desde diversas perspectivas.