¿Alguna vez se han detenido a imaginar cómo se visualiza el rostro de la maldad? Quizás sea una imagen borrosa en nuestras mentes, una sombra oscura que acecha en los recovecos de la humanidad. Precisamente lo que se ha presenciado en Israel desde la mañana del sábado 7 de octubre no fue una mera fantasía. Fue una atrocidad palpable, una manifestación grotesca de la maldad encarnada.
Mientras los israelíes celebraban Simjat Torá, cientos de terroristas de Hamás se infiltraron por aire, mar y tierra en territorio en el país hebreo, al tiempo que lanzaron más de 3,500 cohetes y misiles de manera indiscriminada. Durante la infiltración terrorista se perpetraron actos brutales de terrorismo, masacrando a bebés, niñas, niños, padres de familia, adultos mayores y familias enteras. Puerta a puerta, arrasaron con vidas y secuestraron a más de 130 personas como rehenes, llevándolas a la Franja de Gaza. Hasta el momento, el saldo es desolador: 1,200 personas asesinadas y más 2,700 heridos. Desafortunadamente, estas cifras siguen aumentando.
Hamás, una rama de los Hermanos Musulmanes, es considerada una incubadora mundial del terrorismo islámico moderno desde su origen en 1987. En 2007, se apoderó de la Franja de Gaza, un territorio pequeño en la frontera al sur de Israel, con dos millones de habitantes. Allí ha impuesto un régimen totalitario, similar al de los mulás de Irán. Restricciones y opresión a su propia población, así como amenazas constantes de borrar a Israel del mapa y exterminar a los judíos, son parte de su modus operandi.
Sus actividades están centradas en la destrucción de Israel con una pulsión negativa, desesperada e interminable. Gaza nunca se convertirá en el “Singapur del Medio Oriente” del que se hablaba décadas atrás mientras unos hombres con una mentalidad cruel y barbárica sigan en el poder.
La escalada de violencia en la región subraya la urgencia de una respuesta coordinada y unificada de la comunidad internacional para hacer frente al terrorismo. Hamás no difiere en su naturaleza del Estado Islámico. Las masacres de familias enteras, la decapitación de bebés en sus cunas, la violación de mujeres, así como las ejecuciones que han sido publicadas por Hamás, nos evocan las mismas prácticas utilizadas por ISIS.
A medida que reflexionamos sobre esta manifestación de la maldad, se vuelve evidente que Hamás no es enemigo únicamente de Israel, sino también de todos aquellos países en el mundo libre que sostienen que la libertad y la pluralidad deben ser los principios rectores de una sociedad y una nación. Esta verdad se ilustra con el hecho de que ciudadanos de 22 países han sido víctimas o secuestrados en estos últimos ataques terroristas de Hamás. La barbarie de estos últimos días es una demostración más de que el odio no conoce fronteras y de que Hamás y el terrorismo son una amenaza global. Por lo tanto, es imperativo que permanezcamos firmes en nuestra defensa de la libertad, la paz y la sacralidad de la vida humana.