Honduras crucificada

¿Hasta cuándo despertaremos? Cada cuatro años se abren ventanas de oportunidad. No desaprovechemos la próxima.

  • 16 de noviembre de 2024 a las 00:00
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El camino al calvario se inició hace muchos años. ¿Cuántos? No podría decirlo, solo sé que desde que tengo uso de razón, Honduras no ha podido disfrutar de esa paz prolongada en que se cimienta el desarrollo de todo país; no tanto en relación con la construcción de obras de infraestructura que sirven para el avance de la economía, del comercio y de las demás actividades de una nación, sino que principalmente, para impulsar y sostener ese desarrollo humano que garantiza el bienestar permanente de todo un pueblo.

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Hace algunos años, me hacía la misma pregunta que le hicieron a Cristo: “¿Quo Vadis, Señor?”, hoy me pregunto “¿para dónde te llevamos, Honduras?”. Esta pregunta contiene un alto grado de preocupación, de frustración, de profundo pesar y de esperanzas desteñidas por el tiempo. Hace muchísimas décadas, gobiernos tras gobiernos, dictaduras tras dictaduras, remedos tras remedos de democracias, administraciones indolentes, corruptas, irresponsables, ciegas de soberbia, desbordantes de demagogias ofensivas y baratas, y otras características despreciables que deben ser enterradas con una estaca en el corazón, como se entierran los vampiros para que jamás regresen a aterrorizar a los humanos.

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Nos encaminamos hacia un nuevo proceso electoral, cundido de controversias y desvalorizaciones. Se ataca, sin lástima, a funcionarios encargados del proceso; se fabrican falsos rumores sobre supuestos fraudes electorales, se presagian trampas y zancadillas sin fundamentos lógicos; se atemoriza a los electores, provocando peligrosamente el abstencionismo, todo ello con una perversidad política palpable.

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Desde hace 42 años, los hondureños venimos anhelando un cambio profundo en la manera en la que los políticos tradicionales han manejado los asuntos del Estado; desde la independencia para acá, los tumultos, las revueltas, las traiciones, las desidias, las ineptitudes, las perversidades y otros pecados capitales han impedido que este bello país de gente noble, laboriosa, respetuosa de las leyes y temerosas de Dios alcance el nivel que otros pueblos del mundo han logrado en pocos años, los llamados fenómenos de desarrollo que se dieron en muchos países del mundo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, como Costa Rica, Uruguay, Singapur, Taiwán, Turquía, y otros más, cuyos nombres se me escapan, no fueron en realidad fenómenos, fueron efectivamente el resultado del ascenso al poder de liderazgos visionarios, responsables y capaces que tomaron medidas radicales y brillantes que resultaron, precisamente, en la transformación de conductas, de políticas, de idiosincrasias y hasta del modo de concebir el propósito de existir de todos los habitantes de esas sociedades; en Honduras, hemos sido expertos en diagnosticar nuestros problemas, sabemos de qué patas cojeamos, identificamos con nombres y apellidos los constructores de nuestro subdesarrollo, de nuestra corrupción, de nuestra ineptitud, pero hemos sido incapaces de prevenir que estos nefastos personajes continúen, por décadas, manoseando los sagrados intereses de nuestra amada nación.

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Por eso cabe la pregunta: “¿Quo Vadis Honduras?”. ¿Hasta cuándo despertaremos? Cada cuatro años se abren ventanas de oportunidad. No desaprovechemos la próxima.

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