Columnistas

Intentona golpista

Un domingo 12 de julio de 1959, el coronel Armando Velásquez Cerrato, auxiliado a lo interno por dirigentes locales del Partido Nacional, el respaldo de la policía y el destacamento militar de Comayagua, a lo externo por Anastasio Somoza padre, lanzó ataque sorpresivo centrado en Tegucigalpa con el fin de derrocar el régimen constitucional de Ramón Villeda Morales, electo para tal cargo por la Asamblea Constituyente de 1957 en la que su partido, el Liberal, contaba con mayoría diputadil.

De acuerdo con la Historia General de Centroamérica, tomo V, p. 130, editada por Flacso, tal insurrección “era el producto de una alianza entre los militares y los sectores más conservadores del capital hondureño... que se sentía amenazado por los procesos desencadenados durante el gobierno liberal...”.

Algo similar sucedió en 2009. La defensa del gobierno corrió a cargo de civiles y la Guardia de Honor Presidencial, que coordinaron la defensa y eventual derrota del alzamiento armado, en tanto las Fuerzas Armadas permanecieron a la expectativa del desenlace final.

Fue hasta en horas de la tarde cuando se evidenció la derrota de los golpistas que el Ejército se encargó de intervenir, previa custodia de Velásquez Cerrato a la Embajada de Costa Rica, en donde se le otorgó asilo político.

Tales hechos y sus entretelones los detallo en las obras de mi autoría: “Ramón Villeda Morales, la primavera democrática” y en el de reciente publicación “Oswaldo López Arellano, dos golpes y una guerra”. Para la fecha de la rebelión, la popularidad del régimen se mantenía alta, lo que explica el repudio ciudadano a la tentativa golpista, que dejó como saldo decenas de muertos, tanto entre los combatientes como de civiles víctima de francotiradores al igual que de reclusos internos en las celdas de la Policía Nacional.

El gobierno procedió a disolver a tal cuerpo, e inspirado en lo ocurrido en la Costa Rica de José Figueres, que suprimió el Ejército en 1950, fundó la Guardia Civil, dependiendo directamente del ministro de Gobernación, ya no del jefe de las Fuerzas Armadas, mismas que temporalmente vieron fuera de su control a tal institución.

Pronto se iniciaron enfrentamientos armados entre ambos cuerpos, con desenlaces favorables al mejor equipado y entrenado, culminando con el cruento golpe de Estado del 3 de octubre de 1963, que expulsó a Villeda Morales del poder y su exilio junto a varios cercanos colaboradores. A lo largo de su sexenio el régimen villedista contó con el respaldo de Estados Unidos gobernados por Kennedy, alentándolo para emprender reformas al arcaico sistema económico hondureño, alentando, bajo el programa Alianza para el Progreso, la implementación de la moderada Ley de Reforma Agraria, sujeta a revisión de su texto original por el cabildeo ejercido por la United Fruit Co.

La influencia de la Revolución Cubana en América Latina constituyó factor para crear y fortalecer programas antiinsurgencia en los ejércitos del Hemisferio Occidental.

Tras el asesinato de Kennedy, su sucesor otorgó apoyo al régimen de facto, posteriormente constitucionalizado, de López Arellano. De hecho, dio luz verde para el golpe de Estado que desalojó a Villeda Morales del Ejecutivo