Las tormentas ocurren cuando se juntan masas de aire de temperaturas distintas. Si además de superficie caliente hay humedad, y se forman columnas ascendentes de aire caliente hacia alturas frías, se puede formar una tormenta perfecta (el término es hollywoodense, no meteorológico). Bajo ciertas condiciones, esa tormenta puede convertirse en huracán, algo que ya nos pasó con el Mitch.
Podríamos estar en vísperas de un Mitch político. Se siente frialdad en las alturas -gobierno y oposición- respecto a los anuncios de una crisis económica global que comenzaría en 2020 y alcanzaría su apogeo en 2021, año electoral en Honduras. En las bases, el aire se calienta porque el desempleo y otros problemas y carencias de la clase media irritan los ánimos, mientras crecen la desigualdad y la pobreza. Masas de aire caliente suben a las frías alturas y no encuentran respuestas. Podría estar naciendo una tormenta política perfecta, con tendencias huracanadas.
Justo es reconocer que la macroeconomía ha mejorado. Es un buen logro del gobierno, paralelo al crecimiento de las economías desarrolladas. Pero de ahí parte la preocupación del Fondo Monetario Internacional(FMI), compartida por la prensa mundial: desde octubre de 2018 el crecimiento de esas economías se desacelera. El Fondo advierte que se arremolina una recesión global para 2021.
Hay riesgos concretos, que contraen la inversión porque riegan incertidumbres. Se espera que la economía global decrezca en el segundo semestre de 2019. Si la guerra comercial de EUA con China se prolonga y/o se profundiza, o si el crecimiento chino sigue bajando, el daño sería crítico.
El Brexit, el riesgo mayor de la Unión Europea, haría más estragos en la inversión mundial si no hay un arreglo de las partes en corto plazo. Mezclados con estos incordios, parece que el recorte de impuestos a las empresas y personas muy ricas de EUA, esencia de la estrategia económica de ese país, no está produciendo los resultados previstos.
En estos aprietos, los países necesitan más recursos para estimular la inversión y paliar los apremios sociales. Sin embargo, los mercados financieros y sus entes reguladores, cobardes como el dinero, escasean, endurecen, regatean y complican el crédito. Desde octubre de 2018 crecen las restricciones.
Nuestra economía depende del sector externo, cuya crisis global malograría los balances macroeconómicos logrados con tanto sacrificio. Podría, además, promover más desempleo, menos exportaciones, más migración. Se trata de sombrías perspectivas, anticipadas por protagonistas de la economía global.
Ahora bien, tales amenazas también traen las oportunidades de un pacto social protector de nuestra economía, que podría ser el principio de una amplia concertación nacional. Partidos políticos, líderes sociales, empresarios, líderes espirituales, academias, podrían proponer caminos y juntar voluntades para recorrerlos. Y como alguna vez aquí se dijo, esta es la ocasión para el Presidente. A él, y nadie más que a él, corresponde la responsabilidad y la oportunidad de convocar a la sociedad y dirigir la nación para conjurar los peligros y remodelar el destino del pueblo hondureño, en un esfuerzo de todos, como debe ser.