Al entrar a un nuevo ciclo electoral es indispensable hacer memoria ciudadana del comportamiento de los actores políticos en el pasado reciente. Del grado de reflexión profunda y aprendizaje pragmático de ese pasado, reciente o algo lejano, dependerá en gran parte, la lucidez o la ceguera que tendrá la ciudadanía votante en los próximos procesos primarios y generales de 2025.
Igual que en 2021, escasean las opciones. Tocó escoger entre lo menos dañino. Hoy, al menos un 60% del electorado consultado, está seguro de que no hay opciones entre el tripartidismo vernáculo. Al incumplirse las expectativas de verdaderos cambios estructúrales, la decepción abunda mientras las esperanzas agonizan. El triunfo contundente de la coalición encabezada por el partido Libre se debió a una coyuntura -quizás única- de claro rechazo a las irregularidades y abusos del poder expuestos dentro y fuera del país. La mayor parte de los 1.7 millones de votos triunfantes seguramente se sumaron a lo que estaba disponible para poder superar a la significativa votación del partido gobernante lograda a pesar de su profundo desgaste.
A pesar de su empuje, Libre nunca hubiese triunfado sin la suma del “centro” político y de los simpatizantes “emigrados” temporalmente desde otros partidos. El mejor activista de la presidenta Xiomara fue el ex gobernante Hernández. La coyuntura de 2021 y los 1.7 millones de votantes del “fuera Joh” ya no existen. Una buena y decente gestión del gobierno, hubiese sido la lápida del Partido Nacional. El incumplimiento de los ofrecimientos de cambio estructural, las practicas gubernamentales que no marcaron diferencia sustancial con los regímenes anteriores y, la concentración del poder, mantienen abiertas las grandes posibilidades para que alguno de los partidos más antiguos, retorne al poder. De no lograrse “coaliciones” o alianzas electorales de “amplio espectro” alrededor de dos de los partidos protagonistas, terminará imponiéndose el voto duro del partido desplazado en el 2021.
El Partido Nacional estaría gozoso de poder crear en 2025 una coyuntura similar a la que surgió contra en ellos en 2021. No es “fácil”, que Libre en el ejercicio del gobierno pueda “alcanzar” los niveles de corrupción, violaciones al Derecho y los demás desmanes. Solo ha jugado 3 años, apenas le queda uno y tiene ansioso apetito de quedarse. Se han ido pareciendo bastante y probablemente, eso sea suficiente para una derrota electoral del oficialismo actual. Puede ser que las coyunturas se expliquen por simple aritmética. En 2021, Libre tuvo a su favor las sumas, pero, ya en el gobierno, el amplio triunfo fue monopolizado y, se vio tentado a caer en las restas. Además, trastabilló en las multiplicaciones de popularidad mientras, nunca aprendieron a calcular el impacto desastroso de las divisiones.
Tal parece que gane quien gane en noviembre de 2025, el país continuará siendo el gran perdedor. La única posibilidad de que el país gane reside en el despertar de su población, de su verdadera ciudadanía, ese 60% en desafección, en los empresarios y trabajadores que no se dejen manipular por una bandera partidista ni menos por una consigna panfletaria fingida.
Ojalá se miren señales claras en todo el accionar de las organizaciones sociales, gremiales y comunales, mas allá de las elecciones. De pronto, esa desafección y decepción respecto a la política partidista, se convierte en una fase de lucidez en lugar de ceguera. Hasta pudiera cumplirse lo escrito por Saramago y ocurrir como en Guatemala en 2023 con la superioridad del voto en blanco.