Con la Revolución Industrial (1750-1850), surgía con potente fuerza un nuevo sistema de relaciones de producción, un sistema que en palabras de C. Marx venía chorreando sangre por todos sus poros. El capitalismo que, si bien con el desarrollo de las fuerzas productivas mostraba su lado progresista y revolucionario, imponía unas relaciones de producción de explotación y dominación que sometían al trabajador a condiciones infrahumanas.
Las mismas condiciones que se vivían en Europa, desde mediados del siglo XVIII, se empezaron a vivir en los Estados Unidos, donde, a diferencia de los países de América Latina y el Caribe, se estableció el capitalismo, guardando las fundamentales características del nuevo régimen económico social de explotación.
La celebración del 1 de mayo, o, lo que es lo mismo, el Día del Trabajador, se empieza a celebrar desde 1889, por resolución de la Segunda Internacional Socialista, en homenaje a los llamados “mártires de Chicago”, quienes en un juicio amañado fueron asesinados por la justicia norteamericana. La causa por la cual fueron enjuiciado los dirigentes obreros estaba determinada por las protestas y huelgas que ellos llevaban a cabo, exigiendo, entre otras reivindicaciones, mejores condiciones de vida y de trabajo, demandando especialmente la jornada laboral de 8 horas.
En Honduras, el Día del Trabajador empezó a celebrarse, de manera regular, después de la huelga de los trabajadores en 1954, en ese histórico acontecimiento se vieron involucrados miles de trabajadores, especialmente trabajadores agrícolas de las compañías bananeras, presentando, ante la patronal extranjera, un pliego de peticiones que incluía jornada laboral de 8 horas, pago en efectivo, contratación colectiva, contratación de mano de obra local y no extranjera y libre organización en sindicatos. Después de 69 días de lucha, los obreros lograron arrancarles a las compañías bananeras reivindicaciones que transformaron las condiciones de vida y de trabajo, con lo cual se sentaron las bases para una nueva legislación laboral y social que vinieron a darle un nuevo contenido a las relaciones obrero-patronales.
Aquella acción fue el comienzo de un fuerte movimiento obrero y sindical que por muchos años desempeñó un papel importante en la sociedad hondureña.
Los cambios generados por el desarrollo económico y social, el desarrollo tecnológico y su impacto en un nuevo modelo de producción del sistema capitalista mundial, más la caída de la Unión Soviética, implicaron un duro revés a las viejas ideas del socialismo y a las concepciones sobre el papel de los obreros y campesinos en la lucha revolucionaria.
En lo fundamental, las condiciones en que surgió la protesta obrera y todo su simbolismo no han desaparecido, se han transformado, en extremo, nuevas formas de extracción de ganancia y riqueza.
Lamentable que, en el caso de Honduras y de otros países, lo que queda del movimiento obrero, campesino y gremial, haya perdido su rumbo, tanto que, de fuerza dirigente, se han convertido en fuerza dirigida por una nueva izquierda que no supera su planteamiento discursivo