He seguido la trayectoria pública de la doctora Nelly Jerez desde sus pininos en la Secretaría de Turismo y ahora en Copeco. En el transcurso de estos años he llegado a percibir una joven profesional, responsable, capaz y, sobre todo, impetuosa y emprendedora, no he tenido oportunidad de compartir con ella una relación más cercana para conocer sus pensamientos políticos, pero sí tengo el presentimiento de que su personalidad lastimosamente no cabe dentro del partido de su simpatía.
Debo reconocer que parte de mi interés en sus actuaciones ha sido producto del respeto y admiración que siempre he tenido por su padre don Roberto Jerez, un profesional de la banca pública de reconocidos méritos profesionales y de una calidad humana no muy común. Cuando el jueves por la noche escuché el escueto comunicado sobre la renuncia de Nelly, a la designatura en la planilla presidencial del partido de gobierno, como político de colmillo largo, pensé que se trataba de un sacrificio más, la quitaron para incorporar a alguien con mayores características de sumisión al “indómito cacique” o bien, tuvo discrepancias con la acostumbrada argolla de acero que siempre rodea a los gobernantes y más a aquellos que persiguen el continuismo.
La razón de su renuncia no me interesa, total estamos inmersos en la política hondureña llena de trampas y zancadillas, pero, por la estimación que guardo por la joven doctora Jerez, no dejé de alegrarme por su decisión, pensé automáticamente en “lo que se ha salvado”. La Constitución es clara, en su artículo 375 párrafo segundo establece la responsabilidad en que incurre todo ciudadano directamente involucrado en la supuesta derogación modificación o “inaplicabilidad” de los artículos pétreos y de igual manera, los principales funcionarios de los gobiernos que se organicen subsecuentemente. Para estas elecciones, los designados a la Presidencia del partido de gobierno forman parte de una planilla que a todas luces ha incurrido en el delito de “traición a la patria”; por ello, más temprano que tarde, todos los involucrados tendrán su merecida compensación.
Al igual que en Argentina, Brasil, Chile y muy pronto Venezuela, en Honduras vendrá un gobierno que reivindicará el derecho del pueblo a ser respetado y a mantener incólumes sus postulados constitucionales. Así que apriétenla todos los demás y para los que estén libres de pecados mortales, bendiciones.
*Empresario y analista