La segunda cumbre de Rusia y 49 de los 54 países de África en San Petersburgo marcó un nuevo giro en la política exterior del Kremlin en la nueva arquitectura global. Contrario a los que divulgan los medios de comunicación en occidente, los países africanos cada vez se sacuden más de las garras coloniales de Estados Unidos y de las potencias europeas y afianzan las relaciones diplomáticas y de cooperación económica, militar y geoestratégicas con China y Rusia.
El Kremlin, además, de las alianzas económicas y geoestratégicas que tiene con los países de la Organización de Cooperación de Shanghai: China, India, Kazajstán, Kirguistán, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán, Afganistán, Bielorrusia, Irán y Mongolia, también, tiene planes estratégicos de afianzamiento de sus relaciones con los países del Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico, las 54 economías africanas y con varios países latinoamericanos.
El régimen de Putin le está devolviendo al Kremlin ese papel de gran actor en la política global como lo fue después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría.
Un régimen que busca como primera potencia nuclear y energética del mundo, recuperar parte de la preponderancia global que perdió con el colapso de la Unión Soviética.
En la primera cumbre con los países africanos que se celebró hace cuatro años en la ciudad rusa de Sochi, en las orillas del mar Negro, a la que asistieron 43 de los 54 países africanos fue un paso clave en el nuevo desembarco de Moscú en África. En aquella cumbre, el presidente ruso Vladimir Putin, acordó condonar $23 mil millones de dólares de la deuda que tenía los países africanos con Rusia. Rusia entre el 2000 y 2003, condonó parte de las deudas que tenían Benín, Zambia, Madagascar, Mozambique, entre otros países de África.
El nuevo desembarco de Moscú en África tiene metas claras para expandir sus influencias como el tercer actor en la política internacional en el siglo XXI. La nueva política exterior rusa no está basada en la expansión ideológica de la antigua Unión Soviética, sino otros métodos políticos imperialistas como potencia agrícola, nuclear, tecnológica y energética.
La apuesta es consolidar áreas de influencias económicas y estratégicas más allá de Europa Oriental y Asia, en este caso en África. En la cumbre de San Petersburgo, Putin señaló que “las relaciones con los países africanos se busca construir alianzas multifacéticas de cooperación y de respeto recíproco, Rusia y los países africanos se unen para la formación de un orden mundial, justo y multipolar, basados en principios de igualdad soberana y respeto por los derechos de los pueblos a determinar su propio destino”.
Ahora, lo interesante es que los líderes africanos buscan fungir con independencia y no como vasallos de los estadounidenses y de los europeos en la nueva arquitectura mundial. De allí la importancia que ven en China y Rusia como socios, cuyas políticas exteriores no están direccionadas a influir en los asuntos políticos internos de los países con imposiciones de recetas económicas y políticas.
China y Rusia están en la zaga del nuevo reparto neocolonial de África con el fin de controlar un mercado de 1,400 millones de consumidores y el 30% de la riquezas minero-energéticas del mundo que poseen los africanos