Abordar el tema del salario implica hablar de inflación, salario real, tipo de cambio e ilusión monetaria para comprender mejor las variaciones que causa la fluctuación de precios y los efectos sobre el poder adquisitivo de los trabajadores, empleados y todo aquel que se constituye en un asalariado.
La inflación ocasiona pérdida de la capacidad de compra, aunque el BCH informa que este indicador bajó al cierre del año 2015, hasta ubicarse en 2.36 %, pero esto no significa que bajaron los precios de los productos de la canasta básica de alimentos. Esa contradicción aparente entre baja inflación y alza en los precios de los alimentos es lo que explica el fenómeno económico de incremento de precios, pero en menor proporción y leve desaceleración de los aumentos en relación al pasado inmediato.
En economía, como ciencia ideográfica, se corrigen unas cosas, pero se afecta otras, un instrumento utilizado por la autoridad monetaria puede ser subir las tasas de interés para controlar la inflación. Sin embargo, subir las tasas de interés puede desalentar la inversión, que repercutiría en desempleo y caída del ingreso. Así resultaría peor la medicina que la enfermedad.
La inflación expresa un fenómeno de reciprocidad causal que ocasiona un círculo vicioso de incremento de precios, ajuste de salarios, incremento de costos y termina siempre en aumento de precios para el consumidor final.
En Honduras hay cerca de un millón y medio de personas asalariadas, de estas alrededor de medio millón reciben por pago un salario mínimo, cuyo promedio está en torno a los L 8,300. Por eso los trabajadores argumentan que no es suficiente para cubrir la canasta básica de alimentos, con el agravante de que no se incluye en la misma el costo de salud, vivienda y recreación, tan necesaria para la expansión humana.
Otro fenómeno que queda opacado cuando se discute de manera tripartita el ajuste al salario mínimo es lo referente a la pesada carga impositiva que sufre el trabajador con el impuesto sobre ventas, que es el que más se aplica en la estructura tributaria del país.
Tampoco se considera en el análisis la periódica depreciación del lempira o el alza en el tipo de cambio respecto a la moneda extranjera. Todos estos y otros factores inciden en el nivel de salarios y precios, expresados en la capacidad de compra de los trabajadores.
La frecuencia del ajuste al salario en función de 282 productos para el índice de precios al consumidor (IPC) permite observar los patrones de consumo de la población, los cuales periódicamente se modifican como determinantes del nivel de vida de la gente.
La canasta básica debe constar de un número de productos para cubrir un nivel de vida y bienestar adecuado que satisfaga necesidades primarias, incluidas las proteínas, vitaminas y minerales que el ser humano necesita para garantizarle salud y así vivir bien, y no solo subsistir porque subsistir no es vivir.
Si a los trabajadores y empleados se les aumenta su salario en un determinado porcentaje, puede suceder que también los bienes y servicios o los productos que consumen hayan sufrido un alza en un porcentaje similar al aumento salarial recibido.
De esta forma no ha habido ninguna mejoría, pero si él cree que su salario mejoró en un determinado porcentaje corre el riesgo de padecer una ilusión monetaria. Por ejemplo, si recibe un aumento del 7 % y la inflación es de 5%, el incremento real solo es de 2 %. Esto lo puede llevar al consumo desmedido creyendo que ha mejorado su condición salarial, sin caer en cuenta que el incremento recibido fue absorbido en parte por la inflación hasta llevarlo a la ilusión monetaria.
Este círculo vicioso de inflación-ajuste salarial-incremento de costo-inflación también afecta a algunas micro y pequeñas empresas que no tienen capacidad técnica y financiera para cumplir las demandas salariales de sus empleados.