Si la vida fuera de dichos, cuantas cosas incorrectas pudiéramos evitar y mejores personas pudiéramos ser. Si de dichos viviéramos, las familias y la sociedad hondureña a buen árbol se arrimarían y buena sombra les cobijaría. Sin espiritualidad, sin reflexión y sin conciencia, ni la persona más experimentada podrá decir que tiene más conocimiento para ser consejero de un joven con astucia e inteligencia innata, siendo así, ya no sabríamos si “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Mucha tradición oral de nuestros pueblos se ha recopilado en dichos. Frases de sabiduría popular que aconsejan y “el que no oye consejo no llega a viejo”, advirtiendo que vamos al fracaso de lo que hagamos si no somos humildes para considerar una lección con sensatez. “Del dicho al hecho hay mucho trecho”, porque hasta los guías espirituales, los jefes de naciones y los padres de familia fallamos al no corregir lo que estamos haciendo mal. Salomón, el rey más sabio, escribió en Proverbios 19.20: “Escucha el consejo y acepta la corrección, para que seas sabio en tu vejez”. Somos un “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”, porque no estamos despiertos a los males que causamos, nos falta reflexión y más espiritualidad para arrepentirnos, somos una sociedad tan enferma psicológicamente que ni siquiera cargamos con culpas. “El diablo no tiene la culpa sino el que hace la fiesta”. Muchos de nuestros cambios para bien comienzan con proclamarlos y siempre estamos a tiempo de enmendar nuestros errores y ser mejores y “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Estamos valorando la tradición oral y los dichos “a precio de gallo muerto” sin tomar en cuenta las grandes enseñanzas que estos refranes tienen para la vida y que deben comenzar en casa como deberes y obligaciones, aprendiendo de los dichos, como el respeto o “no hagas hoy a nadie lo que no quieras que te hagan a ti mañana”. Hay que pedir perdón por los males que hacemos y causamos a otros. “Yo y el otro, nos pedimos perdón el uno al otro”.