Columnistas

Todo comienza por uno mismo

La indiferencia ante la multitud de tensiones y conflictos nos deja sin palabras. Hay que renovarse, salir de esta situación paradójica, para entrar con otra orientación de confianza mutua y amor fraterno. Ciertamente, todo parte de un corazón sano, dispuesto a tender puentes en un mundo dividido.

La guerra realmente germina en el propio espíritu humano. También la calma comienza por uno mismo. Es cuestión de batallar por lo sistémico de la verdad, con la libertad de acción, el sentido de la ecuanimidad junto a la consideración a los derechos humanos, para poder hacer piña con una mentalidad colectiva, que debe partir de la conciencia de las gentes.

Ojalá prolifere esa mística interior que debemos cultivar y ofrecer. Quiero recordarme en este momento de esos héroes que trabajan por auxiliar existencias, contribuyendo con su trabajo a la transición de un orbe más pacífico y solidario. Se me ocurre pensar en el personal de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas que lleva setenta y cinco años salvando vidas e innovando modos y maneras de entender nuestro paso por la Tierra. ¡Enhorabuena!, pláceme este talante.

En efecto, cada cual tiene que cambiar, y aunque individualmente apenas tendremos triunfo alguno, unidos sí que podemos ser un poderoso manantial de evolución. Desde luego, también es vital realizar una llamada a los responsables de los gobiernos y de la opinión pública para modificar lenguajes en sus relaciones y mantener otros abecedarios más transparentes y verdaderos.

Entre todos tenemos que reconsiderar la presencia masiva de hechos violentos, procurando asegurar la preservación de la vida, con la convicción de que la efectiva concordia es el único motor que puede hacer un mundo habitable.

Ciertamente no podemos desfallecer en la tarea conciliadora, tenemos que ir al frente de los que reconstruyen alianzas para dar sosiego y vida. Será bueno, por consiguiente, que se multipliquen los espacios de diálogo.

Hoy más que nunca se requiere, en consecuencia, ciudadanos comprometidos que resistan caídas y renuncien a las armas. Garantizar soluciones políticas, que han de ser poéticas para reconducirnos hacia un acuerdo sostenible, debe ser nuestro objetivo.