El expresidente de Colombia, Ernesto Samper Pizano, plantea que Colombia y Nicaragua deben explorar nuevos los caminos diplomáticos para renegociar un nuevo tratado fronterizo de acuerdo con el fallo de la Corte de la Haya del 2012. Nicaragua no debe seguir el mismo libreto de la arrogancia diplomática que incurrieron sectores políticos colombianos que sistemáticamente se opusieron a las renegociaciones del tratado de límites Esguerra-Bárcenas de 1928. Sectores políticos que calificaban de apátridas a los colombianos que en aquel momento planteaban una negociación directa con Managua.
La arrogancia política de buena parte de la clase política colombiana impidió que ambos países iniciaran un proceso de renegociación directa del diferendo fronterizo cuando el gobierno sandinista nicaragüense declaró la invalidez de aquel tratado. Ahora en Nicaragua, se escuchan voces con un libreto idéntico que se oponen a la renegociación de un nuevo tratado de límites. Un año después del fallo de la Haya, Managua demandó a Colombia por incumplimiento del fallo con el argumento que los colombianos desarrollan actividades de pesca y patrullaje en aguas nicaragüenses. Además, solicitó a la Corte reconocimiento sobre la plataforma marina extendida y delimitación submarina de acuerdo con el Fallo. En cambio, Colombia contrademando, sustentado en estudios que señalan que no hay continuidad en la plataforma submarina nicaragüense, sino una fractura.
Después del primer fallo contra Colombia van 11 años de tira y afloje, que tendrán que ser subsanado en unas negociaciones directas de un nuevo tratado que ponga fin a las controversias fronterizas. Un asunto que se puede desarrollar amparado en los mismos parámetros fijados en los artículos 38 y 83 del Estatuto de la Corte.
Indudablemente que mientras el fallo de la Corte no se materialice en un nuevo tratado de límites entre los dos países y este no se ha ratificado por los respectivos parlamentos de los dos países van a seguir las confrontaciones en la zona. El asunto de fondo no está en que los raizales de ambos países ejerzan actividades pesqueras en aquellas aguas, sino los intereses en las explotaciones de las riquezas energéticas que existen en aquella zona del mar Caribe.
Más allá de las arrogancias de los políticos de ambos países, alimentada por los falsos nacionalismos sobre cálculos electores mediáticos debe primar un clima de cordialidad, entendimiento y de cooperación entre los gobiernos para encontrarle salida a las controversias.
Es una zona que hace parte de los 500,000 km2 de la biosfera Seaflower del Caribe Suroccidental de Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Jamaica. Una zona ancestral de más de tres millones de creole y una de sus mayores riquezas biológicas son las formaciones coralinas. Una de las tres más importantes en el mundo y que se puede declarar como reserva de biosfera transfronteriza.
Es evidente que los radicalismos políticos, tanto en Bogotá en el pasado, como en Managua en estos momentos no han contribuido y no están ahora contribuyendo a ponerle fin esta histórica controversia fronteriza. Por eso la importancia que las Cancillerías de ambos países, integren una comisión negociadora que empiece un proceso de diálogo directo que permitan plasmar aquel fallo en un tratado. Igualmente, explorar mecanismos de entendimiento diplomático para que los raizales de ambos países pueden ejercer las actividades pesqueras ancestrales que han desarrollado desde hace siglos en la zona sin muchas restricciones.