Un poco de honorabilidad, señores

La guerra civil a principios del siglo XX en China, después de 10 años cruentos y brutales, tuvo una inesperada interrupción: los bandos enemigos -el Partido Comunista y el Partido Nacionalista o Kuomintang- pausaron sus odios y se unieron para enfrentar a un tercero que irrumpió invasor y despiadado en 1937

  • 13 de septiembre de 2024 a las 00:00
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La guerra civil a principios del siglo XX en China, después de 10 años cruentos y brutales, tuvo una inesperada interrupción: los bandos enemigos -el Partido Comunista y el Partido Nacionalista o Kuomintang- pausaron sus odios y se unieron para enfrentar a un tercero que irrumpió invasor y despiadado en 1937, Japón asaltaba su territorio aprovechando el caos y la confusión.

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Probablemente los japoneses ya habían estudiado el particular carácter chino, su arraigado nacionalismo y su formación filosófica, pero confiaron en que el rencor y el ansia de poder dominarían a los comunistas dirigidos por Mao Zedong y los nacionalistas conducidos por Chiang Kai-shek. Pero no, el conflicto interno se detuvo y guerrearon aliados contra los nipones, con la II Guerra Mundial como fondo.

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Cuando Japón se rindió al final de la conflagración mundial, se reanudó la guerra civil -1946 y 1949- que concluyó con el triunfo del Partido Comunista y la fundación de la República Popular China, mientras Chiang y los suyos huían a Taiwán a hacer lo suyo. Pero registraron para la historia que ante una agresión extranjera estaban unidos.

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Los hondureños, no sé, quizás por el lastre ancestral de la sumisión y la obediencia, bajan la cabeza ante muchas situaciones frente a los extranjeros, y no son pocos los que reciben las opiniones y las instrucciones de la Embajada de los Estados Unidos como si oyeran misa, y algunos bárbaros hasta celebran y repiten las intromisiones como una oración.

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Los estadounidenses dicen lo que dicen y hacen lo que hacen porque ese es su trabajo, defienden los intereses de su nación y llegarán hasta donde se los permitan, ese no es el problema. El asunto es que nosotros permitamos que vengan extranjeros a dictarnos cómo vivir, cómo respirar basándose en sus conveniencias, no en las nuestras.

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Desde luego que tenemos una conexión histórica con los Estados Unidos y una sociedad, desigual, pero sociedad, al fin; el éxito será que logremos una relación digna, de respeto mutuo y no de subyugación y vasallaje. Como sucede entre las personas, seguramente ellos nos respetarán, si nos hacemos respetar.

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Nos referimos a Estados Unidos porque es lo más evidente, pero lo mismo hacen europeos, representantes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de la Organización de los Estados Americanos (OEA), del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, tratan a Honduras como si fuera un niño que hay que conducir, reeducar y regañar cuando apetezca.

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No se trata de que seamos pequeños, le ganamos en territorio a Bélgica, Suiza, Singapur y a Catar, entre otros, o porque somos pobres, por nuestras rentas bajas y no tenemos petróleo todavía; lo peor es la insuperable actitud de subalterno del hondureño, desconociendo que el aplomo y la dignidad no están condicionados por la riqueza.

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El atrevimiento y la intromisión de foráneos en nuestros asuntos debería de molestarnos a todos, aunque aquí estemos odiándonos y matándonos entre nosotros, en nuestra guerra particular.

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