Columnistas

El mensaje que la Iglesia Católica envía a su feligresía en el viacrucis de esta Semana Santa no puede ser más potente y oportuno.

Cobijada bajo la encíclica “Laudato si” del papa Francisco, la Iglesia condena el deterioro, acaparamiento y explotación inmisericorde a la que es sometida la tierra por inescrupulosos y mezquinos intereses económicos.

En un acercamiento estrecho al dolor de los oprimidos, el santo padre llama a salvar el planeta para salvar a lo pobres, víctimas de esta desvergonzada y descarada espiral autodestructiva, fomentada por un modelo de desarrollo anclado en el consumismo y la acumulación egoísta de bienes en pocas manos.

En la primera estación, el viacrucis recapitula cómo los verdugos condenan a Jesús a muerte para callar la verdad; pero la reflexión no se queda allí y señala que hoy día se juzga, critica, denigra y condena a quienes -como la población indígena- defienden y se oponen a la destrucción de la naturaleza. Allí el asesinato de Bertha Cáceres y otros asesinatos de ecologistas reclaman justicia y reparación integral.

Cada estación relaciona el martirio de Jesús con el calvario impuesto a la población excluida por la pobreza, la corrupción, la privación de recursos vitales como el acceso al agua potable, la destrucción de los bosques, la contaminación de los ríos y mares por el uso excesivo de agrotóxicos y de energía fósil, entre tantas otras limitaciones, cada una de ellas una cruz.

Las letanías van desde “a los residuos industriales: fuera, fuera” hasta “de la injusticia en la distribución de la tierra: libéranos Jesús”. Promueve además esfuerzos individuales sencillos para cuidar lo que llama la casa común.

La Iglesia ha salido a defender la vida, a reivindicar la dignidad de los oprimidos, a recordar que la crisis ambiental es sinónimo de crisis social, de exclusión. No puede haber incoherencia entre la vida religiosa y la vida cotidiana.

Una persona que se deshace en oraciones y se golpea el pecho en misa, no puede llamarse cristiano si su actitud es de explotación, desprecio e indiferencia ante sus semejantes