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Volver al aula

Nada más hermoso que un aula llena de sonrisas, signo de la esperanza de que un mundo verdaderamente mejor es posible.

Las escuelas no sólo están vacías, lloran añorando el bullicio tierno de los niños disfrutando su alegría.

Los centros educativos tienen mucho tiempo de estar abandonados. Solamente los recordamos por la onerosa propaganda y los grandes discursos de una educación mejor, que los niños, sus padres, madres y maestros han escuchado, confirmando la mentira, la demagogia cínica como injusticia permanente de los últimos doce años y medio de gobierno.

Volver al aula es urgente, pero antes de que vuelvan los niños, los jóvenes y los docentes, deben llegar al aula acciones gubernamentales concretas.

Al aula, ese templo de ideales y esperanzas, de conocimiento, tecnología y arte, no sólo lo conforman las paredes, el techo, el piso y el pizarrón. Lo más importante del aula son los niños, los jóvenes. Para ellos hay que invertir en libros, en pupitres, en la ahora necesaria tecnología actualizada. Los alumnos son el corazón de los centros educativos. Hay que invertir en la soberanía y seguridad alimentaria de las familias de los educandos; la merienda escolar está bien si es parte de la transformación del sistema económico neoliberal que sólo produce pobreza. Hay que volver al aula garantizando no solo la vida con medidas de bioseguridad, sino la atención tierna, afectiva de docentes y padres comprometidos y motivados.

Volver al aula exige también dirigir la mirada a los docentes, gremio merecedor de un trato digno que reconozca su noble e importante labor. Volver al aula llenando las escuelas de alegría, de condiciones pedagógicas aceptables, es una acción impostergable de la revolución educativa.

El abandono ha sido tan grande que las acciones son urgentes e impostergables. El diagnóstico técnico y la lista de las necesidades concretas ya está hecha, los directores de los centros educativos las envían todos los años en febrero a sus autoridades inmediatas, casi siempre sin recibir respuesta. Hace falta buscar recursos, asegurar la transparencia y la inversión programada a partir de las prioridades.

Volver al aula exige un compromiso académico, pedagógico, de las nuevas autoridades, dejar de ver a la educación como un mercado de oportunidades de empleo y trascender ya a transformaciones profundas que permitan a nuestros niños y jóvenes convertirse en hombres y mujeres de bien, profesionales o técnicos capaces de comprometerse para construir una sociedad nueva, justa, de resolver sus problemas y los de su comunidad.

Urge volver al aula y transformar desde ahí la conducta ecológica, ambiental, de toda la sociedad para cuidar y proteger nuestro planeta, nuestra casa común.

Volver al aula nos obliga a elevar la acción pedagógica a su ideal mayor, a promover en las comunidades educativas un compromiso con el mundo, la ciencia, la tecnología, el arte y el deporte para la formación de ciudadanos con base axiológica, capaces de contribuir en la transformación social, económica, cultural y política de la comunidad local y nacional. Volver al aula para reconstruir la patria después de tanta corrupción y abandono.