s creencia generalizada que la educación empieza en casa; sin embargo, en la actualidad a pesar de que los mayores tratan de enseñar buenas costumbres, muchas veces estas no son tomadas en cuenta, casi siempre por las malas influencias o malas compañías. Pareciera que existe una especie de carta blanca al respecto, no solo los más jóvenes hacen lo que les da la gana, olvidándose del acatamiento de normas de urbanidad indispensables para una saludable vida en común. ¿Qué hacer con esta gente que desconoce las buenas costumbres? ¿Quién es el causante de dichos comportamientos? ¿Y el culpable de los mismos? ¿A quién corresponde educarlos, corregirlos, amonestarlos e instruirlos?
Ellos escupen en la acera o en las paredes mientras caminan, tiran por donde van pasando todo tipo de objetos, ponen los pies encima del asiento de enfrente en el cine, orinan donde les place, jamás piden disculpas cuando cometen un error, rayan las paredes con palabras soeces mostrando su frustración e incultura, hablan por teléfono celular como si estuvieran solos y sordos; suelen emplear un vocabulario pobre, irrespetuoso y malsonante; jamás ceden su asiento, se creen llenos de derechos y exentos de toda responsabilidad, creen ser libres y lo suelen demostrar haciendo las ridiculeces que se les antoja, practican los juegos de azar a cualquier hora y en cualquier sitio, no saludan al llegar a un lugar, van por la vida en estado de letargo, tienen muchos deseos, sus sueños se limitan al tiempo en que duermen, chatean mucho y no leen absolutamente nada, opinan de casi todo y sus argumentos les dejan en mal predicado, se muestran siempre desafiantes, sobre todo con los que son más débiles que ellos, cometen todo tipo de actos vandálicos porque sí, beben y prueban de todo sin control, nunca suelen ir solos pues en grupo son algo y fuera de él carecen de valor y personalidad, no saben de casi nada y se muestran como que el mundo les debe algo. Podría continuar describiendo a este tipo de personajes que circulan por las calles de nuestras ciudades y que en cualquier momento y en cualquier sitio uno acaba encontrando, no sin algo de rabia y de impotencia por no atreverse a decirles algo, por lo que pueda pasar.
Lo anterior, lejos de ser buenas costumbres, son malas costumbres fuertemente arraigadas, producto de la ignorancia y alto porcentaje de “machismo” que es preciso corregir, de lo contrario se está contribuyendo a la destrucción de la moral, la honestidad y seriedad para vivir en convivencia armónica. De lo que no queda duda es que hay que rescatar las buenas costumbres, sobre todo de las nuevas generaciones. Debemos hacer un análisis amplio de las situaciones y comportamientos e intentar hacer comprender a los más jóvenes el valor del bien común. Si no actuamos, el futuro pinta más conflictivo, más desordenado y con una ausencia total de reglas, de disciplina, de leyes. Un caos difícil de ordenar; desterremos el facilismo y la deshonra.
Para finalizar, recordemos que las buenas costumbres orientan y definen nuestra personalidad, ayudándonos a transitar por los caminos del bien con visión al futuro y con la fortaleza para triunfar en los escenarios que la vida nos depara. Las buenas costumbres son, a la vez, una manifestación de cultura y elegancia, elementos esenciales en una educación digna de la persona humana. Esa educación nos permitirá mantener un mayor respeto a las personas con las que nos relacionamos