La confianza en la democracia se ha manifestado en la masiva afluencia de hondureños que cumplimos con el deber cívico de acudir a las urnas el pasado 24 de noviembre, teniendo de testigos una enorme cantidad de observadores nacionales y de la comunidad internacional que han dado fe de manera contundente de la transparencia en que se desarrolló esta fiesta electoral en nuestro país.
Pasada esta festividad, la mayor parte de la población está a la espera de las acciones que se deben emprender, y jugar el papel relevante que les corresponde para contrarrestar las necesidades básicas insatisfechas.
Deseamos que las autoridades que asumen el 27 de enero del 2014, sobre todo el Presidente del Ejecutivo, haga lo que tiene que hacer, enfrentando los problemas del país con verdadero sentido de estadista, íntegro, capaz, honesto, con un equipo de funcionarios comprometidos que pongan orden y ayuden a generar políticas orientadas a realizar las reformas que romperán el círculo vicioso de nuestros males.
Ya no podemos seguir de acuerdo a proyectos personales o sectarios, efímeros e incapaces de hacer de Honduras una gran nación. Deseamos que se respete la Constitución y demás leyes.
Que no esté pendiente de mendigar ayuda económica externa; si esta llega, que sea para financiar programas sociales en beneficio de los más necesitados; que la reducción de la pobreza sea un objetivo prioritario en su plan de gobierno, que nos permita ampliar y consolidar una vigorosa clase media.
Que reduzca el aparato gubernamental y no gaste más de lo recaudado en los impuestos.
Que nos haga reflexionar, persuadiéndonos de que no todo está perdido, que nos dé esperanzas e ilusiones, que nos inyecte valor, confianza y orgullo de ser hondureños.
Que procure una verdadera cohesión social, la cual no se logra con bonos (fomentan la haraganería, pobreza y corrupción), ni confrontando a la empresa privada, peor a otros poderes del Estado.
La idea es propulsar una sociedad más justa, recta, limpia, que incentive la armonía y la paz, observando un mayor respeto, orgullo y dignidad de la patria, sus instituciones y sus ciudadanos.
Que perciba el anhelo común que tienen el profesional, el técnico, el obrero, el campesino, la ama de casa, de trabajar y mejorar sus condiciones de vida y de su familia.
Sería bueno prestar más atención a las actividades fundamentales de la mayoría de la población, capacitando la mano de obra, aprovechando en forma directa sus aptitudes innatas, preparándoles técnicamente para desempeñar con calidad un papel práctico en un oficio, en la industria, el comercio, la agricultura, la minería, la pesca, la actividad forestal, etc.
Que su preocupación sea real y permanente para que la población tenga acceso a un sistema adecuado de salud; ya se ha sufrido mucho en este aspecto.
Que muestre verdadero interés para que los niños y jóvenes disfruten de un sistema de educación pública accesible y creíble, con un mínimo de 250 días de clase, que les motive el hábito de aprender para la vida, con principios y valores.
Que su gestión gubernamental, además de Tegucigalpa y San Pedro Sula, irradie también hacia el sector rural y fronterizo, procurando con todos los medios a su alcance el desarrollo de esos sectores, esto permitirá frenar la emigración del campo a la ciudad y al extranjero.
Que enfrente con acciones contundentes y ejemplares la corrupción, la violencia, la criminalidad y la impunidad que prevalecen sin vergüenza y sin temor.
¿Qué más pedimos? Las opciones las tenemos en nuestras manos.
Que Honduras sea un país admirado por su ilustración y riqueza, por el obrero laborioso, por la capacidad y energía y dinamismo de sus empresarios, por los políticos que entienden que la razón de ser de la política está en el bien común.
Exhorto a la clase política a reflexionar, que los hondureños no nos merecemos el país que ellos erradamente hasta hoy han edificado.
“No hay patriotismo en almas que tienen voluntad torcida, no hay espíritu nacional en hombres que obran más por interés” José Cecilio del Valle.