Las y los asalariados, que subsisten vendiendo su fuerza de trabajo a cambio de una compensación económica, conmemoran tanto en Honduras como en el resto del mundo la fecha dedicada a sus gestas y reivindicaciones por un trato justo y digno.
Aun antes de la actual recesión global, las relaciones entre capital y trabajo han sufrido dramáticas modificaciones en razón de la integración de los mercados a nivel planetario y la competitividad cada vez más intensa por accesar a los mercados consumidores, lo que se ha traducido en la búsqueda permanente de reducción de costos, atracción de inversiones a toda costa, disputas por patentes y derechos de autor, emergencia de nuevos competidores que ofrecen ventajas competitivas como la reducción de precios, búsqueda permanente por calidad total, trabajo a destajo, de carácter temporal y sin el disfrute de beneficios sociales, y tantas otras modalidades que hacen de la globalización un fenómeno que simultáneamente ofrece beneficios y posibilidades ilimitadas pero también incertidumbres y temores.
Todo ello implica que la mano de obra, en cualesquier actividad y a cualquier nivel, requiere de una capacitación y actualización de destrezas, habilidades y conocimientos de carácter permanente, a efecto de conservar su puesto de trabajo y aspirar a promociones y ascensos fundamentados en méritos acumulados.
El desempleo abierto y oculto aumenta velozmente tanto en las naciones ricas como pobres, y la opción de migrar al Primer Mundo se torna más y más difícil en razón de las restricciones migratorias cada vez más severas, las que van acompañadas de políticas xenofóbicas y racistas, que hacen sentir al migrante, particularmente el indocumentado, que ya no es bienvenido, lo que se traduce en deportaciones masivas hacia sus lugares de origen, lo que a su vez agrava las precarias condiciones socio-laborales en el Tercer Mundo, consolidando un círculo perfecto de acumulación de tensiones y temores ante lo que depara el futuro.
Por todo ello, los trabajadores tanto de la ciudad como del campo deben adoptar estrategias de supervivencia que posibiliten lograr superar la coyuntura actual mediante el aumento en la producción y la productividad, la disciplina y la solidaridad, buscando el diálogo y la concertación con los patronos antes que la confrontación y el enfrentamiento que solamente conducen al deterioro y la precariedad en las relaciones entre capital y trabajo.