La pandemia del Covid-19 ha expuesto las debilidades de un sistema público de salud abandonado por años por las autoridades, saqueado por funcionarios corruptos que han actuado impunemente contra la salud de las y los hondureños que tienen en los servicios públicos la única opción de buscar atención a sus enfermedades. Pero también, la crisis ha expuesto el trabajo del personal sanitario que se juega la vida en la primera línea de la lucha contra el diminuto y desconocido virus que causa estragos a nivel mundial y que en el país ya mató a más de 45 personas. Conocer de cerca cómo estos profesionales hacen su trabajo sin los equipos mínimos correspondientes, genera indignación. Un informe del Laboratorio de Virología que publicó ayer EL HERALDO revela que “al 18 de abril cuando Honduras registraba 435 casos de Covid-19, había 71 trabajadores sanitarios contagiados”.
Cuánta razón tenían los médicos de exigir que se les dotara de los implementos básicos para ejercer su labor con las condiciones mínimas de seguridad, demandas que se siguen haciendo y que deben ser atendidas con prisa, al margen de las diferencias políticas que puedan existir entre algunos miembros de la cúpula gremial con el gobierno; unos y otros deben dejar de lado tales diferencias y trabajar en pos de la salud de los que menos tienen. Por el bien de una población históricamente desprotegida, golpeada por un deficiente sistema de salud y en altísimo riesgo de contagiarse con el mortal virus, se deben tender puentes de entendimiento entre el gremio médico y el gobierno porque se trata de salvar vidas.
La voz del gremio médico, de las enfermeras, de los técnicos de laboratorio, de todos los que están luchando en la primera línea contra el Covid-19 debe ser escuchada y sus conocimientos, sus aportes, opiniones y observaciones, integrados a una estrategia nacional que se encamine a garantizar la atención de la población y a minimizar los riesgos de todo el personal de salud y los encargados de atender la epidemia