En vez de dirigir nuestras expectativas y energías hacia otras latitudes en pos de un ilusorio paraíso terrenal, deberíamos encauzar nuestros esfuerzos hacia la forja y construcción de un país, el nuestro, en que todos, sin excepción, tengamos igualdad de oportunidades para edificar el destino colectivo e individual de nuestra nación sobre bases sólidas en que prime una firme institucionalidad, una justicia pronta e imparcial, un sistema de salud preventiva que llegue a las más reconditas áreas de la geografía, fuentes de empleo abundantes y adecuadamente remuneradas de acuerdo a la calificación y experiencia, desterrando las humillantes recomendaciones políticas para optar a una plaza, en que la educación de calidad, relevante y pertinente, -en sus distintos niveles-, esté al alcance de todos.
Igualmente, una patria tolerante de las opiniones heterodoxas en que prime la diversidad ideológica y la multiplicidad de criterios y puntos de vista, lo que fortalece en vez de debilitar el sistema político que nos rige.
También se requiere desterrar definitivamente la corrupción e impunidad, la violencia y la extorsión, para que el temor y la incertidumbre ya no marquen nuestra cotidiana existencia.
Obviamente, dicho sueño no está exento de obstáculos y resistencias que pueden tornarlo en una pesadilla de no existir amplios consensos concertados mediante el diálogo franco, directo y sincero entre fuerzas sociales y económicas aparentemente irreconciliables.
Si una de las partes pretendiera reemplazarlo por el monólogo impuesto, se estaría saboteando la aspiración colectiva por una Honduras por todos compartida.
De tener éxito, miles de compatriotas ya no se verían forzados a desplazarse hacia tierras extrañas, éxodo que hoy por hoy provoca una diaria hemorragia del recurso más valioso con que contamos: el humano.
Las distintas generaciones que nos han precedido han aportado sus talentos y esfuerzos en pro de ese sueño: Valle, Morazán, Herrera, Cabañas, Rosa, Guillén Zelaya, Mejía y Oquelí, entre otros, señalaron derroteros conducentes a ese noble propósito.
Nosotros también debemos contribuir hacia la consecución de ese fin, siempre sujeto a mayores grados de perfección, en que habrá reveses temporales que no deben ser obstáculo para persistir en su edificación.