El calendario cívico marca el 17 de septiembre como el Día del Maestro hondureño, una de las fechas más importantes de las festividades nacionales por el importante rol de los docentes en la formación académica de los niños, niñas y jóvenes de los sistemas público y privado de enseñanza.
En Honduras, son más de 60,000 docentes del sector público que tienen sobre sus espaldas la responsabilidad no solo de enseñar a leer y escribir, sino de entregarles las herramientas necesarias para que los educandos puedan desarrollarse con éxito en la sociedad.
Son muchos los que realizan este trabajo en las peores condiciones: en centros escolares destruidos, sin acceso a los servicios básicos, sin el material y equipos básicos necesarios para brindar una enseñanza de calidad, y a las tecnologías que marcan los procesos de enseñanza-aprendizaje del mundo moderno, pero quienes, a pesar de las limitaciones, no abandonan sus trabajos y más bien sacan fuerzas de flaqueza para no abandonar en la ignorancia a sus estudiantes.
Sin duda que esos docentes tienen claro que el desarrollo de los pueblos pasa por la educación de sus ciudadanos y que son ellos, los maestros de primaria, de secundaria, de educación superior, los que juegan un papel preponderante en el proceso de formación y capacitación de los niños y jóvenes, en todos los campos del conocimiento.
No podemos desconocer que el Estado hondureño ha dado importantes pasos en la modernización de su sistema educativo y en sus relaciones con el gremio de los docentes, pero también que más allá de esos encuentros quedan muchos retos por delante, que deben ser tratados, analizados y trazados los caminos de manera conjunta, para garantizar que los maestros desempeñen su papel multifacético y esencial en el proceso de enseñanza-aprendizaje y la educación de calidad que añoramos y que la niñez y la juventud hondureña se merece