Mañana, 29 de septiembre, Tegucigalpa arriba a 446 años de su fundación por colonizadores españoles bajo el nombre de Real de Minas de San Miguel de Tegucigalpa. Sin duda que la Tegucigalpa de hoy ha avanzado con el tiempo y en medio de todos y cada uno de los problemas que ha tenido que enfrentar a lo largo del camino hasta llegar a convertirse en el corazón vibrante de la nación.
Sin duda que el trabajo tesonero de sus fundadores y sus hijos nativos, así como su nominación, en 1821, como capital de la República, marcaron el punto de partida para su modernización y expansión.
Su desarrollo se evidencia hoy en día en la construcción de importantes vías de comunicación y de nuevas y modernas edificaciones que embellecen su rostro y la ponen a tono con el resto de capitales de la región centroamericana.
Sin embargo, no podemos negar que es una ciudad que sigue arrastrando históricos problemas que afectan a un alto porcentaje de su población, como la inseguridad, la escasez de agua, el desempleo, el desorden vial, la tala de sus bosques, la pobreza que hace crecer día con día sus cordones de miseria, y aunado a ello los desastres naturales, inundaciones, derrumbes, que cada cierto tiempo recuerdan el alto grado de vulnerabilidad de la ciudad.
Los desafíos por delante son muchos. Lograr un crecimiento urbano ordenado, el control de los altos índices de violencia, la reducción paulatina de los índices de pobreza, echar andar un plan de manejo ambiental y de sus recursos naturales, son solo algunos de ellos y para los cuales se requieren soluciones innovadoras y sostenibles. Este es el tiempo de que las autoridades gubernamentales que tienen aquí sus centros de trabajo, las autoridades municipales, quienes aspiran a gobernarla y todos y cada uno de quienes hemos hecho de esta bella ciudad nuestra casa, nuestro hogar, miremos hacia adelante con la esperanza y la determinación de contribuir a construir un futuro más próspero y equitativo para todos sus habitantes.
