Editorial

Las otras guerras  

El mundo sufre conflictos bélicos entre naciones y al interior de ellas, con diversos grados de intensidad, con un común denominador: muertes de combatientes e inocentes -“daño colateral”-, destrucción, mutilados física y mentalmente.

Los únicos beneficiados son los complejos militares-industriales-financieros, fabricantes de armamentos, cuyas ganancias crecen en la medida que surgen nuevos enfrentamientos, alimentando ruinosas carreras armamentistas, convencionales y nucleares.

La humanidad padece graves problemáticas que no son combatidas con igual intensidad y voluntad: contra el hambre, pobreza, narcotráfico, corrupción, cambio climático, epidemias que afectan a países prósperos y pobres.

Fabulosos recursos materiales se derrochan en armas, en desmedro de imperiosas necesidad poblacionales en salud, educación, cultura, vivienda, alimentación.
Todo ello es lo que exacerba conflictos sociales latentes que, en coyunturas propicias, estallan masiva y violentamente en protestas multitudinarias contra la injusticia, manipulación, discriminación, marginamiento, fraude electoral.

Nicaragua, Venezuela, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Chile constituyen recientes ejemplos de lo arriba afirmado, al igual que la primavera árabe en Noráfrica.

La humanidad ya ha dicho “¡basta!” materializando su profundo descontento en contra de la concentración del poder político y económico por parte de minúsculas élites, lo que ahonda la creciente desigualdad.

Hoy, Estados Unidos e Irán están enfrentados militarmente: que la paz y la razón prevalezcan eventualmente, vía diálogo sincero y efectivo, sin ventajismos ni trampas.
Así lo demanda la humanidad.

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