Es el lema con el cual la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemora hoy el Día Internacional de los Derechos Humanos, justo en la fecha que en 1948 se adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos, un documento histórico que proclama los derechos inalienables que corresponden a toda persona como ser humano, independientemente de su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Han pasado ya 76 años desde la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos y 72 desde que se conmemora el Día de los Derechos Humanos y si bien se ha avanzado en la promoción de estos derechos a nivel mundial, también es cierto que hace falta mucho camino por recorrer hasta alcanzar su pleno respeto, más en sociedades como la hondureña donde cada día los altos índices de pobreza, violencia, delincuencia, corrupción, desempleo, acceso a servicios básicos como el agua y la electricidad, a servicios educativos y de salud de calidad; al acceso a una justicia independiente, entre muchísimos otros, ponen en precario su cumplimiento y vigencia.
Una fecha como hoy nos debe servir para recordar, principalmente a quienes tienen el privilegio de manejar las riendas del país y a todos los sectores sociales, sin excepción alguna, que tienen por delante un largo y espinoso camino en el que deben aportar la cuota que les compete para seguir contribuyendo al sueño de construir, más temprano que tarde, una sociedad respetuosa de los derechos humanos de su gente y con ello coadyuvar a la construcción de la nación fuerte, democrática, generadora de las oportunidades que todos soñamos.
El respeto irrestricto de los derechos humanos deberá ser entonces la bandera a enarbolar los 365 días del año.