Cuando un año está por concluir resulta necesario y saludable pasar revista a lo que ha acontecido en el curso de los doce meses transcurridos en la vida colectiva e individual. De igual manera, evaluar la actuación y desempeño de los funcionarios públicos, particularmente a aquellos que ocupan altos puestos en un gobierno, a fin de determinar si han estado a la altura de las funciones y responsabilidades a ellos y ellas encomendadas.
Todo régimen, en un sistema democrático, debe recibir y dar la bienvenida a la retroalimentación ciudadana, a fin de determinar el grado de satisfacción o desencanto de las y los gobernados, para poder continuar por la ruta trazada, o, por el contrario, aplicar honrosas y oportunas rectificaciones cuando aun hay tiempo para ello. Debe, de manera periódica, rendir cuentas al pueblo, con total transparencia, sin secretividad, informando veraz y públicamente, de los logros y fallas, aciertos y desaciertos, tanto a lo interno como en campo de las relaciones internacionales.
Traemos a colación las sabias palabras de un patriota, prócer, humanista, don José Cecilio del Valle, cuando escribió en los albores del nacimiento de la República Federal de Centroamérica: “Los pueblos tienen derecho para saber lo que se ha trabajado en su bien. Ellos son los que trabajando y sudando forman las rentas que mantienen a los funcionarios; ellos son los que uniendo fuerzas individuales forman la fuerza publica que sostiene el orden... Un funcionario que olvida sus deberes no debe quedar impune. La confianza misma que se ha hecho de el, aumenta su responsabilidad”.
Cuando ya está por despuntar el ultimo año de la gestión de la presidenta Castro, aún cuenta con tiempo disponible para, con la asistencia de equipos de trabajo comprometidos con la nación, el hacer realidad, al menos parcialmente, las promesas de campaña aún no cumplidas. Con ello su grado de aceptación, relevancia y credibilidad, erosionado durante estos tres años de mandato, podrá ser hasta cierto punto, recuperado.