Editorial

Temporada ciclónica activa

Las noticias no son para nada alentadoras. En 2024, Honduras podría estar siendo impactada por huracanes de categorías similares a la que alcanzó el Mitch en 1998 o tormentas tropicales como Eta y Iota en 2020, todas de ingratos recuerdos para miles de pobladores de la zona norte y otras regiones del país que fueron azotados por esos fenómenos que dejaron luto, dolor y millones de lempiras en pérdidas económicas.

Pero las predicciones para el Pacífico tampoco son halagadoras, ya que se proyectan 17 tormentas tropicales de las cuales 7 podrían ser huracanes.Todos sabemos que Honduras, por su ubicación geográfica, es altamente vulnerable a este tipo de fenómenos y que su vulnerabilidad se agudiza por otros factores como la deforestación, la pobreza, la falta de infraestructura adecuada y la planificación urbana deficiente, que pueden aumentar el impacto de los desastres naturales en la población y la economía del país.

Tampoco es desconocido que a pesar de los fenómenos naturales de este tipo que han azotado nuestro territorio periódicamente, muy poco se ha hecho para minimizar los riesgos en las zonas ya identificadas como altamente vulnerables.

Allí están esperando la reconstrucción de los bordos en el valle de Sula; la construcción de dos o más represas, la reubicación de las poblaciones que viven en zonas de riesgo, en fin, todos los anuncios y los ofrecimientos que se hacen desde los gobiernos de turno cuando se enfrentan las emergencias.

En medio del panorama nada alentador para los próximos meses, que se estaría viendo agravado por una intensa estación lluviosa a partir de la primera quincena de mayo, queda esperar que desde ya se comience a trabajar en los planes de contingencia que permitan mitigar los riesgos, pero sobre todo salvar la vida de los hondureños y las hondureñas que siguen viviendo en las zonas de riesgo

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