Opinión

Hay conciencia generalizada de que la educación es fundamental para la evolución personal y general.

“Que la educación cambia la vida”. Y que cualquier proceso transformador personal o colectivo tiene entre sus ejes la instrucción que conduce a la superación.

¿Quién no lo sabe? Incluidos los aspirantes a gobernantes, quienes a través del tiempo han mostrado interés y esgrimido promesas que en su mayoría quedaron reducidas a ideas fuerza de sus campañas electorales.

Cumplieron sus objetivos, captarles algunos votos y punto. La demagogia manchó la gestión de varios de los gobernantes con el tema educativo.

Casi pareció que se lograría la mejora ansiada en la administración de la educación con el presidente Maduro.

Por sus acciones en la primera parte de su gobierno y por el compromiso en su vida privada con la educación, el que mantiene aun después de su mandato. Pero las distracciones, quizá, y presiones lo desenfocaron de este tema vital.

Dejó solo y fuera al ministro Carlos Ávila Molina en su esfuerzo por adecentar el sistema educativo con su lucha desigual en contra de una funesta dirigencia magisterial.

Hoy vuelven a darse las condiciones para que esta vez sí pueda sanearse la educación pública. Que sea respuesta a los desafíos del desarrollo que pareciera tan distante. Y que podamos contar con una formación que posibilite a nuestras niñas y niños el goce de una buena vida.

El ministro Marlon Escoto está resuelto a desempeñar su cargo como se espera, de acuerdo a la promesa constitucional que prestara. Todo el contenido de sus denuncias es ampliamente conocido desde hace mucho tiempo.

Nada es nuevo. Pero él está dispuesto a sacrificarse y a enfrentarlo. Hay que respaldarlo. Hay que hacer a un lado los fundamentalismos ideológicos que solo a dirigentes y seguidores corrompidos y tontos benefician. Nunca a la patria. Y confiar en que el presidente Lobo evite distracciones y presiones y apoye como procede a su ministro de Educación.

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