Opinión

El embajador silencioso

El caballo es un ejemplar digno de destacarse y diferenciarse del resto del reino animal. Por su fuerza, movilidad y destreza ha contribuido con la historia de la humanidad al facilitar la integración de los pueblos y haber participado en las grandes batallas que el hombre ha librado en diferentes latitudes para conquistar la tierra, en especial para expandir la civilización occidental en América.

Los conquistadores llegaron a la América con sus caballos españoles, mezcla del Bereber y el árabe. Titánicamente se desplazaron en ellos desde Panamá hasta el Perú y luego de allí a Charcas (Bolivia), Chile y a las demás regiones del sur continental.

Fueron los caballos españoles testigos de la conquista del más grande imperio predominante en América, como fue el de los incas. Como centauros contribuyeron a expandir el dominio español y hacer de América: cuna de una civilización cristiana, integrada y floreciente en esos tiempos. Fueron esos mismos caballos españoles los que mejor se aclimataron con los años en las costas desérticas del Perú, cuyo arenal le desarrollaron su distinguido paso, brillo y hermosura en su andar, característica divina que lo hizo distinto a los demás caballos del mundo.

Estas calidades únicas en el caballo peruano de paso le han merecido que el gobierno del Perú lo declare “Producto de Bandera”, es decir, producto original y orgullo de una nación, como es una bandera para un país en su más amplio sentido simbólico de la palabra.

Hoy en día ese mismo caballo peruano de paso, que fue traído a Centroamérica por aficionados nicaragüenses, con el correr de los años se ha convertido en el embajador silencioso del Perú en esta región, cuya nobleza y belleza ha hecho que se expanda a los demás países de Centroamérica, como Honduras donde, de tiempo en tiempo, sus propietarios y criadores realizan concursos nacionales para premiar el esfuerzo apasionado que le tienen a este noble ejemplar de origen peruano. Como se dice en el Perú, los hondureños le ponen alma, corazón y vida a la crianza, entrenamiento y exhibición del caballo peruano de paso.

Por ello es inspirador destacar la realización del “XXVIII Concurso Centroamericano de Caballo Peruano de Paso”, que desde el 1 al 3 de febrero de los corrientes tiene lugar en Tegucigalpa, como homenaje a un producto que, además de hermoso, ha sabido hermanar a los pueblos que lo aprecian y le dan cariño.

Este embajador silencioso da que hablar hoy en día. Su reconocimiento mundial como producto de alta calidad lo hace transmisor de identidad y forjador de la unión de los pueblos.

He sido testigo de excepción del aprecio que le brindan los hondureños a este producto de origen peruano. He sido invitado por distinguidos criadores hondureños a sus bellas fincas, donde al caballo peruano se le cuida esmeradamente desde su nacimiento hasta su desplazamiento en los concursos.

Allí he podido apreciar que el caballo peruano de paso no solamente es un producto de lujo o exhibición, sino también es un noble animal que colabora con la labor del campo agrícola. Montar uno de ellos es disfrutar la vida. Además de su elegancia y nobleza en el desplazamiento, su suavidad es única en el mundo.

Como embajador del Perú en este país, me honra escribir este artículo para rendir homenaje y gratitud a la Asociación Hondureña de Criadores y Propietarios de Caballos Peruanos de Paso, que al organizar este concurso centroamericano, además de hacer un gran esfuerzo para convocar al resto de criadores y propietarios de la región, reafirman su fe y agradecimiento a Dios porque les ha dado la dicha de disfrutar de estos nobles ejemplares, y decirles a todos ellos que en Honduras, a través de la competencia sana, también se sabe apreciar muy bien las cualidades de este caballero silencioso, que con su presencia consagra la unión iberoamericana, latinoamericana y en especial la centroamericana.

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