Aunque la crisis económica de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica cada vez se agrava más, los corruptos, los ineptos y los displicentes siempre encuentran alguna forma de continuar perjudicando las finanzas, las actividades y la imagen de la estatal.
Todo empezó con el sospechoso abandono de la generación por medio de la riqueza hidráulica que posee el país, lo que abrió las puertas del gran —y libre de riesgos— negocio de las empresas térmicas, que fueron creciendo hasta llegar a vender a altos precios hasta el 70% de la energía que consumimos.
A los contratos leoninos con las térmicas que obligan a la ENEE a comprar energía cara y venderla barata, se une la mora y el robo descarado, principalmente por parte de grandes consumidores que se las arreglan para activar el “borrón y cuenta nueva”.
El populismo, con sus subsidios, y la politiquería, que usa la administración pública para mantener a sus activistas, también son parte del problema de la estatal eléctrica.
Eso ha sido así en todos los gobiernos que hemos tenido desde la década del 90 del siglo pasado hasta la fecha. Como en todos los grandes problemas que sufre Honduras, tampoco se está haciendo nada en la actualidad para revertir la situación.
Lo más reciente que se sabe de las ignominias cometidas contra la ENEE es el resultado de una auditoría realizada por el Tribunal Superior de Cuentas que, entre otras irregularidades, revela que entre 2007 y 2010 los administradores de la estatal no pagaron a tiempo la energía, lo que permitió a las empresas generadoras obtener más de 137 millones de lempiras en calidad de intereses moratorios, todo en detrimento de las finanzas de la ENEE.
Por si esto fuera poco, el almacén regional de la ENEE en San Pedro Sula está siendo saqueado, como lo ha denunciado el sindicato de la estatal.
Transformadores, herramientas, equipo para mantenimiento y reconstrucción de líneas primarias y secundarias están desapareciendo para beneficio de políticos y particulares.
Lo más grave es que no solo se trata de la ENEE, sino también de las demás empresas e instituciones estatales que entre la corrupción, la ineptitud y la inacción siguen siendo arrastradas hacia el abismo sin que los gobernantes muestren un interés real para evitarlo.