El mensaje que ha enviado Vladimir Putin con la anexión de Crimea es que está decidido a impulsar la reconstrucción del imperio ruso. Como se sabe, con la desintegración de la Unión Soviética y con el fin de la guerra fría, Rusia perdió preponderancia en la geopolítica mundial pero con sus demostraciones de fuerzas en los conflictos del Cáucaso, y ahora en Ucrania, busca reconstruir un nuevo imperio.
El conflicto con Ucrania va más allá de la simple anexión de Crimea y del puerto de Sebastopol.
Rusia ha enviado un mensaje claro a Estados Unidos y la Unión Europea sobre la defensa de sus intereses en Asia. Por eso, mientras en Occidente el tema de Crimea se mira como una invasión a Ucrania y una provocación a Occidente, en Moscú se ve como una reunificación y una victoria histórica justa de Putin.
Los rusos justifican la acción de Putin, sustentada en la autodeterminación del 96.7% de la población que votó a favor de su reincorporación a Rusia y en el hecho histórico que la administración del territorio de Crimea fue cedida por Rusia a Ucrania en 1954. De allí el respaldo político que ha recibido Putin en Moscú por su determinación de reincorporar a Crimea a la órbita del Kremlin.
Una movida política donde Moscú pierde por su “exclusión” del G-8, el retraso de su ingreso a la Unión Euroasiática y por las “sanciones económicas de congelaciones de activos” que han anunciado sus socios del G-8, pero que no afectan el plano comercial. Sin embargo, gana con la consolidación de su hegemonía en las antiguas repúblicas soviéticas y por el aumento de su capacidad de veto por la dependencia energética de Europa. Además, también gana por la posición ambigua de Alemania con quién tiene acuerdos comerciales, vitales para las economías de ambos países, entre los cuales la construcción del gasoducto del Báltico que unirá a los dos países, y que evitará que las exportaciones rusas de gas crucen por Ucrania y Polonia, para abastecer a los mercados de Europa occidental.
La seguridad energética de Europa depende del gas de Rusia. Su vulnerabilidad energética hace que los anuncios de sus sanciones se conviertan en burla en el Kremlin. Moscú puede repetir la misma acción que hizo en el 2006 y el 2009 cuando cerró el grifo del gas y puso en aprieto a las economías de 18 miembros de la UE. La UE consume más de 14% de la energía mundial y solo produce el 6.5% e importa el 85% del petróleo y el 67% del gas que consume, y más de la mitad del gas que necesita proviene de Rusia.
Ahora los conflictos con Ucrania hacen parte de un legado histórico de disputas fronterizas y geopolíticas heredadas de la URSS entre los países de su órbita geoestratégica. Antagonismos que se han incrementado en la medida que Ucrania ha buscado sacudirse del colonialismo ruso y suscribir acuerdos de cooperación económica y militar con las potencias occidentales.
Al igual que otros choques que se originan por el control de las reservas minero-energéticas, sobre todo de las de petróleo y gas y por los intereses de las potencias occidentales de extender sus influencias políticas, económicas y militares hasta las goteras del Kremlin.
Tal como sucede ahora con Ucrania, que las negociaciones de un acuerdo comercial con la UE desataron la ira de Moscú, algo similar aconteció en la crisis en el Cáucaso en el 2008, cuando Georgia se alineó con Estados Unidos y pidió su ingreso a la OTAN. Es evidente que los rusos miran con preocupación los acuerdos de cooperación militar entre los países del entorno de las repúblicas exsoviéticas con EE UU y la UE, a través de la OTAN, debido a que están orientados a reducir su influencia en el control de los recursos minero-energéticos en el Cáucaso.
Por eso, el conflicto con Ucrania no se puede desligar de los problemas que originaron hace seis años la crisis en el Cáucaso, cuando Rusia invadió a Georgia con el argumento que apoyaba la independencia del Abjazia y Osetia del Sur. En conclusión: parte del conflicto de Rusia y Ucrania obedece a los intereses que tienen Estados Unidos y la Unión Europea de incorporar a Ucrania en el eje de la OTAN para aumentar su capacidad de defensa de los intereses en las disputas por el control de las reservas de petróleo y gas del Cáucaso.