Ni la escasez de agua en muchas zonas del país ni la creciente pérdida de biodiversidad ni los daños ocasionados por el cambio climático ni las amenazas apocalípticas ni la abundante existencia de entes estatales creados para la protección ambiental, absolutamente nada ha logrado en Honduras parar siquiera la destrucción de los bosques y la contaminación de las fuentes de agua.
El fracaso de gobernantes y sociedad civil en este campo es tan evidente que ni siquiera se ha logrado proteger a las dos únicas fuentes de agua con que cuenta la superpoblada ciudad capital, donde se centra todo el poder político nacional, que atrae año con año más y más emigrantes de las zonas rurales; que ya hoy tiene serios problemas de abastecimiento, los que se irán agravando cada vez más.
La semana pasada EL HERALDO retomó el problema de la deforestación de una de las microcuencas que abastecen el río Guacerique, donde se construirá una nueva represa, y también la contaminación con heces fecales, químicos y otros desechos industriales y agrícolas. El trabajo periodístico incluyó al Río del Hombre, que sufre de los mismos males a pesar de que también allí se planea construir otro embalse.
Obviamente, no se trata de un problema nuevo, ya que la destrucción de los bosques y la contaminación en las cuencas hidrográficas ya estaba plenamente identificada en los años 70 del siglo pasado. Ni la alcaldía capitalina ni el SANAA ni la antigua Cohdefor ni el novel ICF, ni las múltiples ONG que llevan el membrete de ambientalistas han hecho algo para revertir la situación que, por supuesto, va empeorando con el paso del tiempo y el crecimiento poblacional desordenado.
Si hay alguna duda de esa ineficiencia interinstitucional, solo basta el hecho de que hace algunos días, en enero de este año, se descubrió en la microcuenca de Guaralalao, afluente del Guacerique, la destrucción de 19 mil árboles de pino y latifoliados. A esto se agrega la concesión de permisos para la construcción de viviendas y la instalación de industrias que ahora derraman sus desechos en los ríos, sin siquiera asegurarse que contarán con la estructura adecuada para el tratamiento de las aguas que usan.
Es urgente que se establezcan medidas efectivas para evitar más depredación del bosque y contaminación de las aguas. Y en la capital hondureña debería comenzar el buen ejemplo, que se irradie a todo el país.