Lo único nuevo del plan de rescate de la ENEE, presentado la semana pasada ante el Congreso Nacional, es que fue consensuado entre las autoridades de la empresa y su sindicato. Lo demás es solo más de lo mismo: subir tarifas, disminuir el número de beneficiarios del subsidio, recuperar la mora, reducir las pérdidas y privatizar lo que resulte atractivo para los inversionistas.
De hecho, los mismos proponentes reconocen lo poco ambicioso de su plan: solo busca reducir de los actuales 6,000 millones a 4,000 millones el déficit de la empresa. Como no hay nada nuevo, innovador, creativo, que no se hubiera intentado antes, incluso esas pobres expectativas tampoco tienen garantizado su éxito.
Y es que eso mismo se viene diciendo desde hace varios años, cuando se introdujo el sistema neoliberal en Honduras; pero lo único que en la práctica se hizo fue entregar el 70% del negocio de la generación a los empresarios de la energía térmica; que Semeh se encargara del cobro, dizque para reducir la alta morosidad; y subir las tarifas, a veces con el pretexto del ajuste por combustibles.
También se abandonó por completo la construcción de nuevas plantas hidroeléctricas, las que nos habrían permitido aprovechar la riqueza hídrica que posee el país y no estar comprando hoy la cada vez más cara y contaminante energía generada con carburantes.
Ni siquiera se dice algo en el plan de rescate presentado sobre la cancelación del ya vencido contrato de Semeh, a pesar de que en su momento el Sitraenee aseguró que los mismos trabajadores podrían hacerlo con un costo mucho más bajo para el ente estatal.
Además de haber sido despojada del negocio más rentable del rubro: la generación de energía, la ENEE cayó en la crisis que hoy la tiene en quiebra debido a la corrupción, la politiquería y la displicencia de sus administradores, en todos los gobiernos.
Así a los onerosos contratos con las empresas generadoras de energía térmica, con Semeh y con el mismo sindicato de trabajadores, la ENEE también ha debido soportar el permanente saqueo de sus recursos que han sido utilizados para emplear activistas políticos y otras estrategias puestas en marcha por los políticos antes, durante y después de las campañas.