Con una contundencia mucho mayor que la esperada, al menos en lo que a votos electorales se refiere, el presidente Barack Obama logró su reelección al derrotar el martes a su contrincante republicano, el multimillonario mormón Mitt Romney, tras una dura y costosísima campaña electoral en la que se invirtió una cifra récord y en la que tampoco faltaron los golpes bajos.
Con muchas de sus grandes promesas que lo convirtieron en el primer inquilino afrodescendiente de la Casa Blanca todavía incumplidas, Obama logró que un poco más del 50% de los votantes depositaran de nuevo su confianza en su capacidad, en su voluntad y en su honradez para sacar a Estados Unidos y su pueblo de la profunda crisis en que los han sumido sus guerras y el libertinaje del mercado.
Si bien el hecho de que ya Obama no tendrá el freno político que implica los deseos de reelección, una Cámara de Representantes con mayoría republicana le obliga a la búsqueda de complicados consensos si quiere impulsar de forma dinámica su agenda social y económica para responderle a la clase media, las mujeres y las minorías étnicas que lo respaldaron.
Obama contrajo el martes más deuda política con los hispanos que acudieron masivamente a las urnas y un 70% de ellos contribuyó a su reelección.
Obviamente, la forma de pagar esta deuda sería aprobando una reforma migratoria que permita la legalización de millones de inmigrantes ilegales y que le ponga fin a la actual cacería.
Por otro lado, la decisión tomada por los votantes en algunos estados de legalizar el consumo de marihuana con propósitos de “recreación”, los matrimonios entre personas del mismo sexo y la reafirmación de la pérdida de la hegemonía conservadora en Florida, de alguna manera exhiben los cambios de enfoque en la sociedad estadounidense que explican, en parte, la derrota del ultraconservador Romney.
En el resto del mundo, que según las encuestas mayoritariamente simpatizaba con Obama, no se esperan grandes cambios, aunque algunos analistas creen que Obama podría por fin bajar la presión contra Cuba. Mientras, el centro de detención de Guantánamo sigue abierto, los aviones no tripulados continúan atacando y la sangre corre a ríos en Siria.
Con respecto a Latinoamérica y Centroamérica, esperemos que la nueva administración Obama asuma la responsabilidad que a Estados Unidos le corresponde en la violencia generada por el narcotráfico en la búsqueda de formas más efectivas que las utilizadas hasta ahora para combatir ese terrible mal.